A Tus Órdenes (Neville Goddard, 1939) – Parte 3
Dejar atrás el viejo yo y asumir el nuevo
Parte 3
Nuevamente, Moisés declaró:
“YO SOY EL QUE SOY.”
Ahora bien, aquí hay algo que siempre debes tener en cuenta. No puedes poner vino nuevo en odres viejos ni remendar una prenda vieja con un parche nuevo. Es decir, no puedes llevar contigo al nuevo estado de conciencia ninguna parte del viejo hombre. Todas tus creencias actuales, tus miedos y limitaciones, son pesos que te atan a tu nivel presente de conciencia.
Si deseas trascender este nivel, debes dejar atrás todo lo que ahora consideras como tu yo actual o tu concepto de ti mismo. Para hacer esto, aparta tu atención de todo lo que ahora representa tu problema o limitación, y permanece en el simple acto de ser. Es decir, di en silencio pero sintiéndolo en lo más profundo de ti: “YO SOY”.
No condiciones todavía esta “conciencia”. Simplemente declárate a ti mismo como alguien que ES, y continúa haciéndolo hasta que te pierdas en la sensación de simplemente SER, sin rostro y sin forma. Cuando esta expansión de conciencia es alcanzada, entonces, dentro de esta profundidad sin forma de ti mismo, dale forma a una nueva concepción sintiéndote ser eso que deseas ser.
Encontrarás dentro de esta profundidad de ti mismo que todas las cosas son divinamente posibles. Todo en el mundo que puedas concebir ser, dentro de esta conciencia presente y sin forma, es para ti un logro completamente natural.
La invitación que se nos da en las Escrituras es:
“Estar ausentes del cuerpo y presentes con el Señor.”
El “cuerpo” es tu antigua concepción de ti mismo, y el “Señor” es tu conciencia de ser. Esto es lo que quiso decir Jesús cuando le dijo a Nicodemo:
“Debes nacer de nuevo,
porque si no naces de nuevo,
no puedes entrar en el Reino de los Cielos.”
Es decir, si no dejas atrás tu concepto actual de ti mismo y asumes la naturaleza de ese nuevo nacimiento, continuarás proyectando en el exterior tus actuales limitaciones.
La única manera de cambiar lo que expresas en la vida es cambiar tu conciencia, porque la conciencia es la realidad que se solidifica eternamente en las cosas que te rodean. El mundo del hombre, en cada uno de sus detalles, es su conciencia proyectada. No puedes cambiar tu entorno o tu mundo destruyendo las cosas que ves, del mismo modo que no puedes cambiar tu reflejo rompiendo el espejo. Tu entorno, y todo lo que hay en él, refleja lo que tú eres en conciencia. Mientras continúes siendo eso en conciencia, continuarás proyectándolo en tu mundo.
Sabiendo esto, comienza a reevaluarte. El hombre se ha valorado a sí mismo demasiado poco. En el Libro de Números se lee:
“En aquel día había gigantes en la tierra; y a nuestros propios ojos, nos veíamos como langostas; y así nos veían ellos.”
Esto no se refiere a un tiempo remoto en el pasado cuando los hombres tenían el tamaño de gigantes. Hoy es ese día, el eterno ahora, cuando las condiciones que te rodean han adquirido la apariencia de gigantes (como el desempleo, los ejércitos de tu enemigo, tus problemas y todas las cosas que parecen amenazarte). Esos son los gigantes que te hacen sentir como una langosta.
Pero se te dice que primero, en tu propia visión, te viste a ti mismo como una langosta, y que por esa razón, también los gigantes te vieron como una langosta. En otras palabras, solo puedes ser para los demás lo que primero eres para ti mismo. Por lo tanto, comienza a reevaluarte y a sentirte como un gigante, como un centro de poder, y verás cómo esos antiguos gigantes se convierten en langostas.
“Todos los habitantes de la tierra son como nada, y Él hace según su voluntad en los ejércitos del cielo y entre todos los habitantes de la tierra; y nadie puede detener su mano, ni decirle: ‘¿Qué haces?’”
El que se menciona aquí no es el Dios ortodoxo sentado en el espacio, sino el único y verdadero Dios: el Padre eterno, tu conciencia de ser. Despierta al poder que eres, no como hombre, sino como tu verdadero ser, una conciencia sin rostro y sin forma, y libérate de la prisión que tú mismo te has impuesto.
“Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas y ellas me conocen.
Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco y ellas me siguen.”
La conciencia es el buen pastor. Aquello de lo que soy consciente de ser, son las ovejas que me siguen. Tan buen pastor es tu conciencia, que nunca ha perdido ni una sola de las ovejas de las que eres consciente de ser.
“Soy una voz que clama en el desierto de la confusión humana,
llamando a aquello de lo que soy consciente de ser,
y nunca llegará el momento en que eso que estoy convencido de ser
deje de encontrarme.”
“YO SOY” es una puerta abierta para que todo lo que soy entre. Tu conciencia de ser es el Señor y el pastor de tu vida. Así que ahora puedes ver claramente el verdadero significado de:
“El Señor es mi pastor; nada me faltará.”
Significa que tu conciencia es el pastor, y que nunca te faltará la evidencia de aquello que eres consciente de ser.
Si esto es verdad, ¿por qué no comenzar a ser consciente de ser grande, amoroso, próspero, saludable y de poseer todas las cualidades que admiras?
Es igual de fácil asumir la conciencia de estas cualidades como lo es asumir sus opuestos, porque no tienes tu conciencia actual debido a tu mundo, sino que tu mundo es lo que es debido a tu conciencia actual. Simple, ¿verdad? Demasiado simple, de hecho, para la sabiduría del hombre, que intenta complicarlo todo.
Pablo dijo acerca de este principio:
“Para los griegos (o la sabiduría de este mundo) es una locura,
y para los judíos (o los que buscan señales) es una piedra de tropiezo”;
y como resultado, el hombre continúa caminando en la oscuridad, en lugar de despertar al ser que realmente es. El hombre ha adorado durante tanto tiempo a las imágenes que él mismo ha creado, que al principio encuentra esta revelación blasfema, porque significa la muerte de todas sus creencias anteriores en un Dios separado de sí mismo.
Esta revelación traerá el conocimiento de que “Yo y mi Padre somos uno, pero mi Padre es mayor que yo”. Eres uno con tu concepción actual de ti mismo, pero eres más grande que lo que ahora eres consciente de ser.
Antes de que el hombre intente transformar su mundo, debe primero establecer el fundamento: “YO SOY el Señor.” Es decir, la conciencia del ser del hombre es Dios. Hasta que esto esté firmemente establecido, de modo que ninguna sugerencia o argumento de otros pueda sacudirlo, seguirás volviendo a la esclavitud de tus antiguas creencias.
“Si no creéis que YO SOY Él, moriréis en vuestros pecados.”
Es decir, continuarás viviendo en confusión y limitación hasta que reconozcas la causa de tu confusión. Cuando hayas elevado al Hijo del Hombre, entonces sabrás que:
“YO SOY Él”
Es decir, “yo, Juan Pérez, no hago nada por mí mismo, sino que mi Padre, o ese estado de conciencia con el que ahora estoy unido, es quien hace las obras.”
Cuando esto se comprende, todo impulso o deseo que surja en ti encontrará expresión en tu mundo.
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo.
Si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré y cenaré con él, y él conmigo.”
El “YO” que llama a la puerta es el deseo o impulso.
La puerta es tu conciencia. Abrir la puerta es unirte en conciencia con aquello que llama, sintiéndote ser eso que deseas. Sentir que tu deseo es imposible es cerrar la puerta o negar la expresión de ese impulso. Elevarte en conciencia hasta sentir la naturalidad del deseo cumplido es abrir de par en par la puerta y permitir que ese estado se encarne en tu experiencia.
Por eso se registra constantemente que Jesús dejaba el mundo de la manifestación y ascendía a su Padre.
Jesús, como tú y como yo, encontraba todas las cosas imposibles mientras se mantenía en la conciencia humana. Pero, al descubrir que su Padre es el estado de conciencia de aquello que deseaba, simplemente dejaba atrás la “conciencia de Jesús” y ascendía en conciencia hasta el estado deseado, permanecía allí hasta hacerse uno con ese estado. Al hacerlo, se convertía en eso mismo en expresión.
Este es el mensaje sencillo de Jesús para la humanidad:
Los hombres no son más que vestiduras que el ser impersonal, “YO SOY”, la presencia que los hombres llaman Dios, habita.
Cada vestidura tiene ciertas limitaciones. Para trascender estas limitaciones y dar expresión a aquello que, como hombre —Juan Pérez—, te sientes incapaz de hacer, debes apartar tu atención de tus limitaciones actuales, o de tu concepción de ti mismo como Juan Pérez, y fundirte en la sensación de ser aquello que deseas.
Nadie sabe cómo este deseo, o esta conciencia recién asumida, se encarnará. Porque Yo —o esa conciencia recién asumida— tiene caminos que no conoces; sus caminos son inescrutables. No especules acerca del CÓMO de esta conciencia encarnándose, porque ningún hombre es lo suficientemente sabio para conocer el cómo. Especular es prueba de que aún no has alcanzado la naturalidad de ser aquello que deseas, y por eso estás lleno de dudas.
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