Dietas Mentales · Neville Goddard · 1955 · LP: Lado 2
Transcripción completa. La conversación interna como Palabra creadora: dieta mental, imaginación activa y nacimiento del Hombre Nuevo.
Hablar con uno mismo es un hábito en el que todos incurrimos.
No podríamos dejar de hablarnos a nosotros mismos más de lo que podríamos dejar de comer y beber. Todo lo que podemos hacer es controlar la naturaleza y la dirección de nuestras conversaciones internas. La mayoría de nosotros es totalmente inconsciente del hecho de que nuestras conversaciones internas son la causa de las circunstancias de nuestra vida.
Se nos dice:
“Así como piensa el hombre en su corazón, así es él” [Proverbios 23:7].
Pero ¿sabemos que el pensamiento del hombre sigue los caminos trazados por sus propias conversaciones internas?
Para cambiar los caminos a los que está atado y orientarlos hacia la dirección en la que desea ir, debe abandonar su antigua conversación interna, la cual en la Biblia se llama el Hombre Viejo, y renovarse en el espíritu de su mente.
El habla es la imagen de la mente; por lo tanto, para cambiar su mente, primero debe cambiar su habla. Por “habla” se entienden esas conversaciones mentales que sostenemos con nosotros mismos.
El mundo es un círculo mágico de infinitas transformaciones mentales posibles. Porque existe un número infinito de posibles conversaciones mentales. Cuando el hombre descubre el poder creativo de hablarse por dentro, comprende su función y su misión en la vida. Entonces puede actuar con un propósito. Sin ese conocimiento, actúa de manera inconsciente.
Todo es una manifestación de las conversaciones mentales que ocurren en nosotros sin que seamos conscientes de ellas. Pero, como seres civilizados, debemos volvernos conscientes de ellas y actuar con un propósito.
Las conversaciones mentales de un hombre atraen su vida.
Mientras no haya un cambio en su conversación interna, la historia personal del hombre seguirá siendo la misma. Intentar cambiar el mundo antes de cambiar nuestra conversación interna es luchar contra la naturaleza misma de las cosas.
El hombre puede dar vueltas y más vueltas dentro del mismo círculo de decepciones y desgracias, sin ver que son causados por su propia conversación interna negativa, sino creyendo que son causados por otros.
Esto puede parecer descabellado, pero es un asunto que se presta a la investigación y al experimento. La fórmula que ilustra el químico no es más ciertamente comprobable que la fórmula de esta ciencia, por la cual las palabras se visten de realidad objetiva.
Un día, una muchacha me habló de sus dificultades al trabajar con su empleador. Estaba convencida de que él criticaba injustamente y rechazaba sus mejores esfuerzos. Al oír su historia, le expliqué que si ella lo consideraba injusto, era una señal segura de que necesitaba una nueva pieza de conversación.
No había ninguna duda de que ella estaba discutiendo mentalmente con su empleador, porque los demás solo repiten aquello que les susurramos en secreto. Ella confesó que discutía mentalmente con él durante todo el día.
Cuando comprendió lo que había estado haciendo, aceptó cambiar su conversación interna con su empleador. Imaginó que él la había felicitado por su excelente trabajo, y que ella, a su vez, le había dado las gracias por su elogio y amabilidad.
Para su gran alegría, descubrió pronto que su propia actitud era la causa de todo lo que le sucedía. El comportamiento de su empleador se invirtió. Hizo eco, como siempre lo había hecho, de sus conversaciones mentales con él.
Rara vez veo a una persona sola sin preguntarme:
¿A qué pieza de conversación está atado?
¿Por qué misterioso camino está caminando?
Debemos comenzar a tomar la vida conscientemente, porque la solución de todos los problemas yace justamente en esto: el Segundo Hombre, el Señor del cielo en cada uno de nosotros está intentando volverse auto-consciente en el cuerpo para ocuparse de los asuntos de su Padre.
¿Cuáles son sus labores? Imitar a su Padre, volverse maestro de la Palabra, maestro de su habla interna, para que pueda moldear este mundo nuestro a semejanza con el Reino del Amor. El profeta dijo:
«Sed imitadores de Dios como hijos amados» [Efesios 5:1].
¿Cómo imitaría yo a Dios? Bueno, se nos dice que Dios llama a las cosas que no se ven como si se vieran, y lo invisible se vuelve visto.
Así fue como la muchacha hizo surgir el elogio y la amabilidad de su empleador. Ella sostuvo una conversación imaginaria con su empleador desde la premisa de que él había alabado su trabajo, y así sucedió.
Nuestras conversaciones internas representan, de diversas maneras, el mundo en el que vivimos. Nuestros mundos individuales son revelaciones de nuestro propio discurso interno. Se nos dice:
“De toda palabra ociosa que hablen los hombres, darán cuenta”; “porque por sus palabras serán justificados, y por sus palabras serán condenados” [Mateo 12:36–37].
Nos abandonamos a la conversación interna negativa, y aun así esperamos conservar el mando de la vida. Nuestras conversaciones mentales presentes no retroceden hacia el pasado, como el hombre cree. Avanzan hacia el futuro para enfrentarnos como palabras desperdiciadas o como palabras invertidas.
“Mi Palabra, dijo el profeta, no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y prosperará en aquello para lo cual la envié” [Isaías 55:11].
¿Cómo enviaría yo mi Palabra para ayudar a un amigo?
Imaginaría que estoy escuchando su voz, que él está físicamente presente, que mi mano descansa sobre él. Luego lo felicitaría por su buena fortuna, le diría que nunca lo he visto mejor.
Escucharía como si lo oyera; imaginaría que él me dice que nunca se ha sentido mejor, que nunca ha sido más feliz. Y sabría que en esta comunión amorosa y consciente con otro, una comunión poblada de pensamientos y sentimientos amorosos, mi Palabra ha sido enviada, y no volverá a mí vacía, sino que prosperará en aquello para lo cual la envié.
“Ahora es el tiempo aceptado; ahora es el día de salvación” [2 Corintios 6:2].
Solo cuenta lo que se hace ahora, aunque sus efectos no sean visibles hasta mañana.
Llamamos, no en voz alta, sino mediante un esfuerzo interno de intensa atención; escuchar atentamente, como si realmente oyeras, es crear.
Los acontecimientos y las relaciones de la vida son tu Palabra hecha visible. La mayoría de nosotros roba a otros su voluntad y su capacidad para ser amables y generosos por nuestras actitudes fijas hacia ellos.
Nuestras actitudes se despliegan dentro de nosotros en forma de conversaciones mentales. La conversación interna desde premisas de deseo cumplido es el camino para crear circunstancias conscientemente.
Nuestras conversaciones internas están perpetuamente proyectadas en todos los acontecimientos que nos rodean. Por lo tanto, lo que deseamos ver y oír afuera debemos verlo y oírlo dentro, porque el mundo entero manifestado nos muestra el uso que hemos hecho de la Palabra.
Si practicas este arte de hablar internamente de forma controlada, tú también sabrás qué emoción tan profunda es poder decir:
“Y ahora os lo he dicho antes de que suceda, para que cuando suceda, creáis” [Juan 14:29].
Serás capaz de usar conscientemente tu imaginación para transformar y canalizar las inmensas energías creativas de tu habla interna, desde el nivel mental y emocional hasta el nivel físico. Y no sé qué límites, si es que los hay, pueda tener este proceso.
¿Cuál es tu propósito?
¿Tu conversación interna coincide con él?
Debe hacerlo, lo sabes, si deseas realizar tu propósito. Porque, como preguntó el profeta:
“¿Pueden dos caminar juntos si no están de acuerdo?” [Amós 3:3].
Y por supuesto, la respuesta es:
«No, no pueden».
Los dos que deben estar de acuerdo son: tu conversación interna y el estado deseado. Es decir, lo que deseas ver y oír afuera debes verlo y oírlo dentro.
Cada etapa del progreso del hombre se logra por el ejercicio consciente de su imaginación, haciendo coincidir su conversación interna con su deseo cumplido.
A medida que controlamos nuestra conversación interna, adaptándola a nuestros deseos cumplidos, podemos dejar a un lado todos los demás procesos.
Entonces simplemente actuamos mediante una imaginación clara y una intención definida: imaginamos el deseo cumplido y sostenemos conversaciones mentales desde esa premisa.
El habla interna correcta es aquella que sería tuya si realizaras tu ideal. En otras palabras, es el habla del deseo cumplido. Ahora comprenderás cuán sabio fue el antiguo cuando nos dijo en los Hermética:
«Hay dos dones que Dios ha otorgado al hombre solamente y a ninguna otra criatura mortal.
Estos dos son la Mente y la Palabra, y el don de la Mente y de la Palabra es equivalente al de la inmortalidad.
Si un hombre usa correctamente estos dos dones, será como un Inmortal.
Y cuando abandone su cuerpo, la Mente y la Palabra serán sus guías,
y por ellas será conducido a la tropa de los dioses
y a las almas que han alcanzado la bienaventuranza.»
Con el don de la Mente y la Palabra creas las condiciones y las circunstancias de la vida.
“En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” [Juan 1:1].
El Verbo, dijo Hermes, es el Hijo y la Mente es el Padre del Verbo. No están separados uno del otro, porque la vida es la unión de la Palabra y la Mente. Tú y tu habla interna, o Palabra, son uno.
Si tu mente es una con tus conversaciones internas, entonces transformar la mente es transformar la conversación interna.
Fue un destello de la percepción más profunda lo que enseñó a Pablo a escribir:
“Abandonad, la antigua conversación, el Hombre Viejo que está corrompido y renovaos en el espíritu de vuestra mente. Vestíos del Hombre Nuevo” [Efesios 4:22–24].
«Vestíos del Hombre Nuevo» y «renovaos en el espíritu de vuestra mente» es cambiar vuestra conversación interna, porque la palabra y la mente son una: un cambio de habla es un cambio de mente.
El profeta Samuel dijo:
“El Señor habló por mí, y Su Palabra estuvo en mi lengua” [1 Samuel 15:10].
Si la Palabra del Señor estaba en la lengua del profeta, entonces la boca del Señor que pronunció la Palabra debe ser la mente del profeta, pues las conversaciones internas se originan en la mente y producen pequeños movimientos del habla en la lengua.
El profeta nos está diciendo que la boca de Dios es la mente del hombre, que nuestras conversaciones internas son la Palabra de Dios creando la vida a nuestro alrededor tal como la creamos dentro de nosotros mismos.
En la Biblia se te dice:
“Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.” [Deuteronomio 30:14]
“Mira, hoy he puesto delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal…” [Deuteronomio 30:15]
“…las bendiciones y las maldiciones. Escoge la vida.” [Deuteronomio 30:19]
Las condiciones y circunstancias de la vida no son creadas por algún poder externo a ti; son las condiciones que resultan del ejercicio de tu libertad de elección, de tu libertad para elegir las ideas a las que responderás.
“Ahora es el tiempo aceptado. Este es el día de salvación.” [2 Corintios 6:2]
“Todo lo que es de buen nombre, en esto pensad.” [Filipenses 4:8]
Porque tu futuro será formado por la Palabra de Dios, que es tu conversación interna presente. Tú creas tu futuro por tus conversaciones internas.
Los mundos fueron enmarcados por la Palabra de Dios, es decir, por tu habla interna.
«¿Ves aquellos campos?
El sésamo fue sésamo,
el trigo fue trigo.
¡El silencio y la oscuridad lo sabían!
Así nace el destino del hombre.»
(The Light of Asia)
Porque los finales siguen fieles a sus orígenes. Si deseas cosechar éxito, debes sembrar éxito. La idea en tu mente que inicia todo el proceso es la idea que aceptas como verdad.
Este es un punto muy importante de comprender, porque la verdad depende de la intensidad de la imaginación, no de los “hechos”.
Cuando la muchacha imaginó que su empleador era injusto, su comportamiento confirmó su imaginación. Cuando ella cambió su suposición acerca de él, su comportamiento reflejó el cambio, demostrando que una suposición, aunque sea falsa, si se persiste en ella, se cristalizará en un hecho.
La mente siempre actúa de acuerdo con la suposición desde la cual parte. Por lo tanto, para experimentar éxito, debemos asumir que somos exitosos.
Debemos vivir por completo en el nivel mismo de la imaginación, y esto debe hacerse conscientemente y de manera deliberada.
No importa si en este momento presente los hechos externos niegan la verdad de tu suposición; si persistes en tu suposición, se cristalizará en un hecho.
Las señales siguen; no preceden.
Asumir un nuevo concepto de ti mismo es, en esa medida, cambiar tu conversación interna o tu Palabra de Dios, y es por lo tanto vestirte del Hombre Nuevo.
Nuestra conversación interna, aunque no sea escuchada por otros, es mucho más productiva de condiciones futuras que todas las promesas y amenazas audibles de los hombres.
Tu ideal está esperando ser encarnado, pero a menos que tú mismo le des parentesco humano, es incapaz de nacer. Debes definir a la persona que deseas ser y luego asumir el sentimiento de tu deseo cumplido, con fe en que esa suposición encontrará expresión a través de ti.
La verdadera prueba de la religión está en su uso, pero los hombres la han convertido en algo que defender. Es a ti a quien se dirigen estas palabras:
“Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.” [Lucas 1:45]
Pruébalo. Inténtalo.
Concíbete a ti mismo como aquel que deseas ser y permanece fiel a esa concepción, porque la vida aquí es solo un campo de entrenamiento para la creación de imágenes. Pruébalo y verás si la vida no se moldeará según el modelo de tu imaginación.
Todo en el mundo da testimonio del uso o del mal uso de la conversación interna del hombre.
La conversación interna negativa, especialmente la maliciosa y la envidiosa, es el terreno de cultivo de los futuros campos de batalla y penitenciarías del mundo. Por hábito, el hombre ha desarrollado una secreta afición por estas conversaciones internas negativas.
A través de ellas justifica su fracaso, critica a sus vecinos, se regocija en la angustia ajena, y en general derrama su veneno sobre todos. Tal mal uso de la Palabra perpetúa la violencia del mundo.
La transformación del ser requiere que meditemos en una frase determinada, una frase que implique que nuestro ideal está realizado, y que la afirmemos interiormente una y otra y otra vez, hasta que seamos afectados internamente por su implicación, hasta que nos posea.
Aférrate firmemente a tus nobles convicciones internas o “conversaciones”. Nada puede quitarte esas convicciones excepto tú mismo. Nada puede impedir que se conviertan en hechos objetivos.
Todas las cosas se generan desde tu imaginación por la Palabra de Dios, que es tu propia conversación interna. Y toda imaginación cosecha las Palabras que ha pronunciado en su interior.
El gran secreto del éxito es una conversación interna controlada desde premisas de deseo cumplido. El único precio que pagas por el éxito es renunciar a tu antigua conversación, la que pertenece al Hombre Viejo, al hombre sin éxito.
Ha llegado el momento para que muchos de nosotros nos hagamos cargo conscientemente de la creación del cielo en la tierra.
Usar conscientemente y de manera voluntaria nuestra imaginación; oír internamente y decir únicamente aquello que esté en armonía con nuestro ideal: esto es traer activamente el cielo a la tierra.
Cada vez que ejercemos nuestra imaginación con amor en favor de otro, estamos literalmente mediando a Dios hacia esa persona.
Usa siempre tu imaginación con maestría, como participante, no como espectador.
Al usar tu imaginación para transformar la energía del nivel mental y emocional al nivel físico, extiende tus sentidos:
Mira e imagina que estás viendo lo que deseas ver;
Imagina que estás oyendo lo que deseas oír;
Imagina que estás tocando lo que deseas tocar.
Vuélvete intensamente consciente de estar haciéndolo.
Dale a tu estado imaginario todos los tonos y sensaciones de realidad.
Continúa haciéndolo hasta que despiertes dentro de ti el estado de logro y la sensación de alivio.
Este es el uso activo y voluntario de la imaginación, en contraste con la aceptación pasiva e involuntaria de las apariencias. Es por este uso activo y voluntario de la imaginación que el Segundo Hombre, el Señor del cielo, despierta en el hombre.
Los hombres llaman a la imaginación un juguete, la “facultad de soñar”. Pero, en verdad, es la puerta misma de la realidad. La imaginación es el camino hacia el estado deseado, es la verdad del estado deseado y la vida de ese estado deseado.
Si pudieras comprender esto plenamente, sabrías entonces que lo que haces en tu imaginación es lo único verdaderamente importante. Dentro del círculo de nuestra imaginación se representa una y otra vez todo el drama de la vida.
Mediante el uso audaz y activo de la imaginación podemos extender la mano y tocar a un amigo a diez mil millas de distancia, y llevar salud y riqueza a los labios resecos de su ser.
Es el camino hacia todo en el mundo. ¿De qué otra manera podríamos funcionar más allá de nuestras limitaciones corporales?
Pero la imaginación nos exige vivir más plenamente nuestros sueños en el presente. A través de los portales del presente debe pasar todo el tiempo.
Imagina otro lugar… ‘el allí’ como si fuera ‘aquí’, y otro tiempo… ‘el entonces’ como si fuera ‘ahora’. Pruébalo y verás.
Siempre puedes saber si has logrado convertir el sueño futuro en un hecho presente observando tu conversación interna. Si por dentro estás diciendo lo que dirías en voz alta si estuvieras físicamente presente y moviéndote físicamente en ese lugar, entonces lo has logrado. Y podrías profetizarlo a partir de estas conversaciones internas y por los estados de ánimo que despiertan dentro de ti, lo que será tu futuro.
Un solo poder hace al profeta: la imaginación, la visión divina.
Todo lo que encontramos es nuestra Palabra hecha visible. Y lo que ahora no comprendemos está relacionado, por afinidad, con las fuerzas no reconocidas de nuestras propias conversaciones internas y los estados de ánimo que ellas despiertan dentro de nosotros.
Si no nos gusta lo que nos está ocurriendo, es una señal segura de que necesitamos un cambio de dieta mental.
Porque se nos dice:
“No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” [Mateo 4:4]
Y habiendo descubierto que la boca de Dios es la mente del hombre, una mente que vive de Palabras o de conversación interna, debemos alimentar nuestra mente solo con pensamientos amorosos y nobles.
Porque con Palabras, con conversación interna, construimos nuestro mundo.
Que la mano soberana del amor eleve tu hambre y tu sed hacia todo lo noble y de buen nombre; y que tu mente prefiera pasar hambre antes de levantar la mano hacia una copa que el amor no llenó, o hacia un cuenco que el amor no bendijo.
Para que nunca más tengas que decir:
«¿Qué he dicho? ¿Qué he hecho, oh toda poderosa Palabra humana?»
✧ Fuente: Cool Wisdom Books
© Traducción al español por Indira G. Andrade · La Mente Creadora – Archivo Neville Goddard en español. Todos los derechos reservados.
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