Inversiones Sólidas · Neville Goddard (1953)
Invita a invertir pensamientos, tiempo y energía en lo que eleva la mente, revelando que toda inversión interior se convierte en cosecha externa.
El tema de hoy es “Inversiones sólidas”. Quiero compartir contigo lo que considero una de las más grandes revelaciones de todos los tiempos.
El domingo por la mañana, 12 de abril, mi esposa despertó de un sueño realmente profundo, y mientras despertaba, una voz habló con gran claridad y autoridad. La voz le dijo:
“Debes dejar de gastar tus pensamientos, tu tiempo y tu dinero; todo en la vida debe ser una inversión.”
Ella, de inmediato, lo escribió y fue directo al diccionario para buscar las dos palabras más importantes de esa frase: gastar e invertir. El diccionario define gastar como “desperdiciar, derrochar, emplear sin obtener retorno”. Y define invertir como “emplear con un propósito, del cual se espera una ganancia”.
Entonces comencé a analizar la frase:
“Debes dejar de gastar tus pensamientos, tu tiempo y tu dinero, porque todo en la vida debe ser una inversión.”
Mientras meditaba en ella, comprendí que todo ocurre en el ahora, que todo el tiempo debe pasar por los portales del presente, y que este ahora psicológico, el estado en el que me encuentro, no retrocede hacia el pasado, sino que avanza hacia mi futuro.
Por tanto, lo que hago ahora es lo más importante. El pensamiento es la moneda del cielo, el dinero del cielo. El pensamiento que mantengo ahora, el pensamiento al que doy mi consentimiento, como se nos dice en Efesios:
“Todo lo que se manifiesta, es hecho manifiesto por la luz; y todo lo que es manifestado, es luz.” [Efesios 5:13]
Y la palabra luz se define como conciencia. Así que el estado al que doy mi consentimiento debe manifestarse, y cuando se manifiesta, no es más que ese estado de conciencia hecho visible, dando testimonio del estado en el que permanecí.
Cada momento del tiempo, estoy gastando o invirtiendo. Lamentablemente, la mayoría de nosotros gasta la moneda del cielo. Mañana, tarde y noche vivimos en estados negativos que no producen retorno, cuando podríamos fácilmente invertir ese mismo momento. Si lo hiciéramos, al final del día tendríamos una maravillosa cartera de inversiones.
El hombre religioso, tal vez, invierte el domingo por la mañana. Durante el servicio se eleva por un instante; si no es demasiado crítico, puede dejarse llevar por el himno, por el solo, por el sonido del órgano, por el mensaje desde el púlpito… y por un momento invierte. Pero el resto de la semana, gasta.
Ahora sabes por experiencia que, si colocas todo tu dinero en una sola gran empresa, aunque sea excelente y segura, al final del año los directores pueden decidir reorganizarla y suspender el dividendo. Si dependías de ese cheque de dividendos para tus necesidades diarias, aunque la empresa siga siendo buena y sólida, cuando suspenden el dividendo te ves obligado a vender acciones o a pedir un préstamo sobre ellas.
Pero si tienes una cartera interna maravillosa, construida con pensamientos firmes y bien colocados, entonces no importa si uno de ellos no produce resultado inmediato. Tu atención está bien dirigida, y tu inversión sigue siendo sólida.
En cambio, podrías tener una cartera verdaderamente rica si dedicaras cada momento del tiempo al pensamiento positivo, constructivo, sin aceptar ningún rumor que no contribuya al cumplimiento de tu deseo. No importa lo que sea, puede parecer el hecho más evidente del mundo, si no favorece la realización de tus sueños, no lo aceptes.
Si lo haces, estás gastando. Pero si, sin negar nada, simplemente desde una indiferencia total, una no aceptación completa, eliges volver tu atención hacia aquello que deseas haber oído, en lugar de lo que efectivamente oíste, entonces estás invirtiendo.
No es el hecho de oír lo que importa, sino admitir la verdad de lo que oyes.
“Todas las cosas, cuando son admitidas, no simplemente oídas, si les das tu consentimiento, si las aceptas como verdaderas, entonces estás gastando o invirtiendo según la naturaleza del estado que aceptas.”
Esta revelación que llegó a mí a través de mi esposa es una de las más grandes que he escuchado. Si hubiera sido relatada en nuestra Biblia, se habría dicho con ese tono solemne de antaño:
“Y el Señor Dios habló a su sierva en aquel día y le dijo…”
y luego se habría narrado la revelación que recibió. Pero esta vino a través de una esposa normal, de un modo natural y sencillo, para instruir no solo a ella, sino también a su esposo. Yo fui el primero en oírla, y no puedo expresar lo que ha significado para mí desde aquella mañana del 12 de abril.
Desde entonces me he vuelto mucho más consciente del momento presente; me he vuelto intensamente consciente de cada instante del día. Porque comprendí que no debo gastar: debo invertir. El tiempo es demasiado valioso, y estos momentos no retroceden ni desaparecen: siempre avanzan hacia mi futuro, para presentarse ante mí como desperdicio o como retorno.
Si invierto, lo hago con un propósito; y por lo tanto, espero no solo deseo, espero una recompensa, un beneficio de mi inversión. Así que un momento bien invertido ahora, en este mismo día, podría mañana pagarte grandes dividendos.
Hace dos semanas conté aquí la historia de Jimmie Fuller. No tenía entonces todos los detalles, pero después de la reunión muchos se me acercaron no solo ese día, sino también tras mis charlas en el Teatro Ebell, y me dijeron que para haber hecho la fortuna que hizo, Jimmie debía tener un gran capital inicial.
No podía afirmar ni negar aquella afirmación tan audaz, porque muchos hablaron con tal convicción que casi me persuadieron de que, efectivamente, él había tenido grandes recursos y que por eso obtuvo tan buenas ganancias. Así que el viernes por la noche le pedí que me contara los detalles.
Me dijo:
“Cuando viniste aquí hace cuatro años, Neville, fui a escucharte.
Mi esposa me preguntó: ‘¿Por qué vas a escuchar a Neville? ¿Quién te habló de él?’
Le respondí: una noche encendí la radio y escuché al doctor Bailes. Nunca había oído hablar de ese hombre antes.
Al final de su conferencia, que disfruté muchísimo, dijo: Neville vendrá a hablar con nosotros, y no puedes perdértelo.
Me gustó tanto el doctor Bailes que al día siguiente volví a sintonizarlo, y durante las siguientes dos semanas continuó promocionándote con tanta generosidad y entusiasmo que pensé: Tengo que oír a este hombre.
Así que fui. Disfruté mucho lo que escuché ese domingo por la mañana, y luego anunciaste que hablarías la noche siguiente en otro lugar, pero la entrada costaba dos dólares.
En ese momento tenía, entre lo mío y lo de mi esposa, cincuenta y cuatro dólares. Teníamos un niño pequeño y no podíamos dejarlo solo, así que debíamos pagar a una niñera.
Aun así, mi esposa y yo asistimos a todas tus charlas.
Hubo una noche en que ni siquiera pudimos pagar a la niñera; simplemente no teníamos con qué.
Pero tomamos lo último que teníamos, esos cincuenta y cuatro dólares, y fuimos a todas tus reuniones, los dos.
Tres años después, Neville, aún no había probado tu teoría.
Ya conoces mi problema, como te conté antes…”
Quizás haya aquí alguien que no haya escuchado esa historia. El hombre es negro, y su dificultad era que, por ser negro, sentía que todas las marcas y prejuicios del mundo estaban en su contra.
Intenté convencerlo de que esas marcas solo estaban en su propia mente; su aceptación de ellas como una limitación las convertía en una limitación, pero si tan solo pudiera soltarlas mediante la no aceptación, con completa indiferencia hacia el pigmento de su piel, podría cumplir cada uno de sus sueños mediante la aceptación de ellos ahora.
Durante el último año, Jimmie Fuller, por su completa aceptación y por invertir cada momento, su ahora, transformó el año en una ganancia neta de doscientos cincuenta mil dólares.
No tenía ni un centavo cuando empezó; no reunió un gran capital, simplemente no lo tenía. Solo invirtió la moneda de Dios. Dios se la había dado: le dio el momento, que es el tiempo.
Así que, en lugar de gastar sus pensamientos, que todos tenemos, y gastar su tiempo, que todos poseemos, aunque no tenía dinero comprendió que el pensamiento es dinero; así que invirtió su pensamiento en el ahora, sabiendo que no iba a retroceder ni a desaparecer de su vista. Eso fue una inversión que avanzaría hacia su futuro.
Y así fue. Avanzó tanto que hoy me dice que todo lo que toca se convierte en oro.
Ahora tiene tres hijos; todos vienen aquí cada domingo a la escuela dominical. No quiere que sus hijos empiecen con las mismas “marcas” que él cargó, así que desea que experimenten lo que esta iglesia enseña.
Muchos domingos, me cuenta Jimmie que siente ganas de irse a la playa o a las montañas con su esposa, pero no lo hace porque quiere que sus hijos tengan la oportunidad que él no tuvo.
“Mis padres eran muy religiosos”, me dijo, “pero debieron adorar a un Dios muy pobre, porque vivíamos sumidos en la pobreza.
Por eso nunca quise acercarme a las iglesias de mi madre o de mis hermanos, porque no podía concebir que un Dios así hiciera eso con nosotros, aunque ellos nunca faltaban al servicio.
Pero cuando encontré lo que encontré aquí, en esta Iglesia de la Ciencia de la Mente, traje a mis hijos a la escuela dominical. Y esto fue lo que les ocurrió a ellos. Aquí, Dios es amor, y el amor los rodea, y no conocen otra cosa que amor, que Dios es amor.
Un día, mi hija menor estaba muy enferma, con un resfriado terrible.
Esa noche, cuando los niños mayores rezaron antes de dormir, dijeron estas palabras: ‘Gracias, Dios, porque mañana mi hermana está perfecta.’
No podían mirar a su hermana enferma y decir: ‘Gracias, Dios, porque está bien ahora’; pero dijeron: ‘Gracias, Dios, porque mañana mi hermana está perfecta.’
Neville, fue un milagro. Al día siguiente, la niña estaba perfecta; no había rastro del resfriado, una ausencia total de todo lo que habíamos visto la noche anterior, y estos dos hermanitos simplemente dieron las gracias.”
Después añadió:
“Ahora, mi hijo quería un reloj. No se lo compré, aunque podía haberle comprado mil relojes. Quiero que mi hijo pequeño aprenda una ley que yo no conocí hasta hace poco.
Así que llenó su mente con la idea de tener un reloj, y hablaba de él como de un reloj ‘vivo’: uno que late, que hace tic-tac, no uno de juguete. Llenó su mente con la posesión del reloj, y un día, camino a la escuela, encontró un reloj vivo.
Ahora comprende cómo actúa la ley: que la aceptación completa de un estado en la conciencia debe materializarse externamente en el estado aceptado.
Si acepta el reloj, no necesita pensar en su padre terrenal como el medio por el cual vendrá el reloj. No quiero que por un instante crea que su madre o su padre son los únicos canales a través de los cuales su bien puede llegarle. Quiero que reconozca a un Padre Infinito, el Padre de todos nosotros, que le da como me da a mí, todo lo que esté dispuesto a aceptar.
Quiero que mis hijos lo aprendan como yo lo he aprendido. Sí, podría colmarlos de regalos, pero entonces me considerarían el único canal a través del cual llegarían, y eso no debo permitirlo.
Así que deberías ver a los niños y niñas vivir realmente según esta ley. Para ellos, Dios es amor y la única realidad, y el amor los rodea. Por eso nunca faltan a la escuela dominical aquí.
Luego continuó contándome todas las demás cosas maravillosas que le habían ocurrido simplemente por aceptar esta ley.
“El conseguir mi coche, este Cadillac convertible... lo traté con soltura. Me senté tranquilamente en mi sala y conduje mi Cadillac, y simplemente traté este asunto con ligereza”, me dijo. “No puse un esfuerzo real en ello, lo acepté, y luego, cuando decidí tenerlo, simplemente hice tres llamadas telefónicas y ese mismo día ya estaba conduciendo este coche, Neville.”
“Ahora todo sucede así, tal cual. Hoy, en lugar de ir a mi oficina y trabajar allí, trabajo entre bastidores. Paso el día sentado, y escucho los reportes positivos de mis empleados; todo mi equipo debe contarme buenas noticias, es lo único que me permito escuchar. Conduzco mi coche; estoy en la oficina; estoy en casa; estoy en la oficina, pero solo escucho buenas noticias. Rara vez voy físicamente a la oficina a hacer trabajo administrativo, así que estoy entre bastidores, escuchando únicamente buenas noticias.
Y concluyó diciéndome:
“Así que me he olvidado por completo el llamado pigmento de la piel, Neville, honestamente puedo decirte hoy que me siento más bendecido que cualquier hombre, porque nací negro. Estoy profundamente orgulloso de haber nacido negro. Estoy muy orgulloso de serlo.”
Y aquí hay una historia que les interesará a todos ustedes:
“Tenía algunas propiedades que quería vender, ciertas inversiones destinadas a personas con dinero. Publiqué un anuncio y un hombre me llamó. Me preguntó si yo era el propietario, y le respondí que sí, que era quien tenía las propiedades. Lo primero que me dijo fue: ‘No quiero propiedades de un negro.’
No respondí. Actué como si ni siquiera hubiera escuchado la palabra. Si él quiere ser prejuicioso, tiene derecho a serlo. Si quiere ser necio, también tiene derecho. Él puede gastar, no necesita invertir.
Así que simplemente le dije: ‘Está perfectamente bien, señor. Tengo todo tipo de propiedades, todo tipo de oportunidades para su inversión.’
Una semana después, volvió a llamarme y me pidió que fuera a verlo. Fui, y cuando bajé de mi coche, casi se le doblaron las rodillas, porque no sabía que el hombre que iba a visitarlo era negro, y un negro subió sus escaleras y entró en su sala de estar.
En cuestión de minutos, compró treinta y siete mil dólares en propiedades que yo tenía. Me dijo que los primeros veinticinco mil los compró solo para salvar las apariencias, y los doce mil restantes porque eran, en realidad, una excelente inversión.
Desde entonces, este hombre ha invertido decenas de miles de dólares más conmigo y me llama con frecuencia para agradecerme, porque todas resultan ser inversiones maravillosas.”
He aquí un hombre que está orgulloso de su piel, sin un solo rastro de prejuicio porque eso es gastar su tiempo, y no puede permitirse el lujo de gastarlo.
Así que, en armonía con la revelación que recibió mi esposa, aprendamos todos a dejar de gastar nuestros pensamientos, nuestro tiempo y nuestro dinero, porque todo en la vida debe ser una inversión.
Nosotros conocemos la verdad; este estrado irradia la verdad: se nos ha dicho que todo procede de nuestra propia conciencia, y que lo que tú y solo tú aceptas como verdadero, se manifestará externamente y moldeará tu entorno.
Todas las condiciones que encuentres serán simplemente testimonios del estado que has aceptado. Y si no te gusta lo que estás encontrando, entonces deja de gastar y aprende el arte de invertir, porque cada momento del tiempo es una oportunidad para invertir, no para gastar.
Por otro lado tú y yo somos libres, somos libres de malgastar cada moneda del mundo, porque tenemos ese derecho: somos seres libres. Podemos gastar; no estamos obligados a invertir. Pero si sabemos que podemos invertir, ¿por qué no elegir el camino más sabio?
En el capítulo 30 del Libro del Deuteronomio se nos dice:
“Este mandamiento que te ordeno hoy no está oculto ni está lejos. Está cerca de ti; está en tu boca y en tu corazón. Mira, hoy he puesto delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal; la bendición y la maldición. Elige la vida, elige la bendición.” - [Deuteronomio 30:11–19]
Pero la elección es nuestra, porque somos libres. Hoy, en este mismo momento, Él pone ante nosotros ese mandamiento. Lo pone todo frente a nosotros; no está lejos, está en nuestra lengua, justo ahora.
Delante de mí, en este instante, hay una bendición o una maldición. Puedo aceptar el hecho de que no te agrado, o puedo aceptar que me amas; no importa. Pero si acepto la idea de que no te agrado, que no te gusta lo que enseño, estoy gastando mi tiempo. Y mañana tú mismo me demostrarás, con tu actitud hacia mí, que he gastado mi tiempo.
Por otro lado, si acepto el hecho de que sí te gusta, porque lo estás demostrando, entonces no tendré ninguna duda de que todo lo que hagas contribuirá a esta enseñanza. Así que depende de mí bendecirme o maldecirme. Puedo elegir la vida o la muerte, el bien o el mal. Soy libre para hacerlo.
Pero si tú y yo amamos esta verdad, la aceptamos y creemos en ella, entonces somos verdaderamente sabios si, sabiendo que todo está puesto ante nosotros, salimos decididos a convertirnos en inversionistas, no en gastadores; a no desperdiciar ni malgastar nuestra sustancia, sino a emplearla con propósito.
Cada momento debe ser vivido con conciencia: ¿Qué estoy haciendo ahora? Estoy aceptando que soy un ser noble, digno y maravilloso, que mi Padre está orgulloso del hijo que se le asemeja.
Por lo tanto, no escucharé ni aceptaré como verdadero nada que no contribuya a esa imagen noble que sostengo de mí mismo. Entonces veré que estoy seguro, y aunque algún titular pudiera escandalizar al mundo, no lo aceptaré, porque si no lo admito, no puede salir de mí.
“Porque todas las cosas, cuando son admitidas, se hacen manifiestas; no antes, solo cuando son admitidas.” - [Efesios 5:13]
Así que, si ahora acepto que este momento es mi momento para invertir, y asumo que soy aquello que la razón niega, aquello que mis sentidos niegan, y sigo adelante en esa asunción, sabiendo que aunque no se confirme esta noche ni mañana, seguiré viviendo en la suposición de ser lo que deseo ser, y todo el día me sintonizo únicamente con buenas noticias, sé que estoy haciendo inversiones.
Y mañana, esos dividendos deben llegar. Deben llegar: esa es la ley de nuestro ser. Así que, cada uno de los que están aquí, tómenlo a pecho. Y aunque no necesiten dinero, y esto va también para los cientos de ustedes que me dicen en privado: “Él debió de tener dinero”, les aseguro que ahora conozco la historia completa. No la sabía cuando ustedes afirmaban con tanta seguridad que él tenía capital; pero ahora la sé de la fuente misma.
Solo tenía 54 dólares, y esos 54 dólares los gastó asistiendo a mis reuniones, incluso cuando no podía gastar un dólar en pagar a una niñera. Así que les digo: no tenía dinero. Hoy sí lo tiene. Pero ustedes ni siquiera necesitan 54 dólares.
Todo lo que necesitan es tiempo, y ya lo tienen: es ahora. Todo lo que necesitan es pensamiento, y eso es dinero. Así que en lugar de gastar ese ahora y gastar el pensamiento en el ahora, inviértanlo ahora, porque tu ahora… este mismo momento mientras estoy aquí de pie y en un rato baje del estrado, tú podrías pensar: “bueno, ya pasó, volverá el próximo año”, pero esto no ha pasado. Lo que estoy haciendo ahora no va a desvanecerse; va a avanzar y a encarnarse como una condición, a tomar forma como la circunstancia de mi vida.
Cada ahora, cada reacción mía ante lo que oigo, digo o veo, todas mis reacciones están ocurriendo en el ahora, y mis reacciones están escribiendo mi mañana.
Lo repetiré: a través de la puerta del ahora… porque Él dijo:
“Yo soy la puerta.”
Y “Yo soy” está siempre en primera persona presente, no dijo: “Yo fui la puerta” ni “Yo seré la puerta”. Dijo:
“Yo soy la puerta.”
“Yo soy la resurrección.”
Así que lo que hago ahora, en el presente, no retrocede, sino que avanza hacia mi futuro. Porque por la puerta del presente, del ahora, todo el tiempo debe pasar.
No lo gastes mientras pasa. Invierte ese momento. Asegúrate que cada momento de tu vida sea positivo, constructivo y noble. Te prometo un futuro maravilloso, saludable y radiante si inviertes el ahora.
Y como esta es mi última charla por un tiempo, quiero aprovechar la oportunidad, porque el Teatro Ebell no puede albergar a todos ustedes. Espero que muchos puedan venir esta semana para que sea una semana verdaderamente fructífera y maravillosa, aunque sé que no todos podrán entrar en el Ebell.
Una señora, al cruzar la puerta, me dijo:
“Neville, lo explicaste tan claramente el viernes por la noche; algo que no había comprendido antes. Dijiste que este año traías una gran revelación: la enorme diferencia entre pensar desde el fin y pensar en el fin. Lo habías repetido muchas veces desde que llegaste, pero no lo entendí hasta el viernes.”
Le pregunté:
Bueno, ¿cómo fue que lo comprendiste?
Ella respondió:
“Por tu ejemplo del balcón y el escenario.”
Pues bien, ahora tenemos la misma situación aquí: tenemos un balcón y un escenario. Así que, si ella lo escuchó muchas veces y no lo había captado, es probable que muchos de ustedes tampoco lo hayan captado. Pero ella lo captó gracias a mi ilustración, así que voy a repetirla para que todos puedan comprenderla.
Dije que cuando un hombre aprende el arte de pensar desde el fin, ese hombre se convierte en el amo de su destino, porque define su fin, formula un objetivo en la vida y luego se siente a sí mismo dentro de la situación de ese fin. Así que él piensa desde el fin, en lugar de pensar en el fin.
El hombre promedio define sus sueños, pero permanece atrás, mirándolos desde la distancia; piensa en ellos. El hombre sabio ocupa el estado de sus sueños, y desde ahí irradia, piensa desde él.
Para ilustrarlo, dije esto:
Yo estoy aquí de pie, mirando hacia el auditorio, y describiría este teatro desde este ángulo, porque lo estoy viendo desde el escenario. Ustedes, sentados en el auditorio o en el balcón, lo están mirando desde ese estado, así que verían desde ese punto de vista a la pantalla y al orador.
Así que la diferencia entre nosotros es que vemos el mismo teatro desde ángulos diferentes. Yo lo definiría desde aquí; tú lo definirías desde allá. Si yo deseara obtener tu punto de vista, mientras estoy aquí de pie, asumiría que estoy sentado donde tú estás y, por lo tanto, dentro de mi imaginación, miraría desde esa posición. Entonces tendría que ver el escenario, no el auditorio; vería lo que tengo detrás de mí, este telón, y describiría el teatro desde esa posición que estoy asumiendo ser.
Ahora bien, si esa posición representa, digamos, una de seguridad, y esta donde estoy representa inseguridad, entonces asumiría, estando aquí físicamente, que ahora soy seguro. Y para probar que lo soy, miraría desde el estado de seguridad; describiría el mundo en relación con esa asunción.
Si sigo viendo lo mismo que veía cuando estaba inseguro, no he logrado ocupar ese fin deseado; aún estoy solo pensando en él, no desde él.
Por eso, la gran diferencia entre pensar desde y pensar en debe comprenderse claramente. Solo entonces se comprenderá la sabiduría de aprender el arte de pensar desde el fin deseado.
Mira ahora tu mundo. Formula tus objetivos más hermosos en la vida y simplemente pregúntate:
“¿Cómo sería si fuera verdad que ya estoy encarnando ese estado?
¿Cómo me sentiría?”
Y en respuesta a esa pregunta surgirá un sentimiento, un sentimiento que corresponde a ese fin. Aprende entonces a pensar desde ese fin, aunque la razón lo niegue, aunque todo lo externo lo contradiga, permanece en ese fin. Es ahora. Estás invirtiendo este momento, y esas inversiones se harán reales dentro de tu mundo.
Ahora, otro pensamiento que he intentado dejar claro, y es este algo que, según me contó Jimmie Fuller, fue una de las claves de su éxito:
Cuando la acción del hombre interior coincide con la acción que el hombre exterior tendría que realizar para satisfacer su deseo, definitivamente logrará su deseo.
Hay dos en nosotros: un hombre interior y un hombre exterior.
El hombre exterior siempre debe decir:
“Por mí mismo no puedo hacer nada; el Padre que está en mí, este Ser interior, Él es quien hace la obra. Lo que veo hacer al Padre, eso mismo hago yo.” - [Juan 5:19]
Así que hay un tú interior.
Si ahora me siento aquí, relajo completamente mi cuerpo hasta inmovilizarlo, y luego imaginara lo que el hombre exterior tendría que hacer para satisfacer su deseo, entonces, con el cuerpo relajado, simplemente imaginara que ya soy eso ahora, entonces mantendría el cuerpo inmovilizado, pero imaginaría que estoy experimentando eso ahora mismo.
Vivo en mi imaginación aquello que tendría que vivir físicamente para ver cumplido mi deseo. Y repito esa experiencia, una y otra vez, hasta que las acciones del hombre interior coincidan exactamente a las acciones que el hombre exterior tendría que realizar para que el deseo se cumpliera.
Cuando ambas coinciden, te lo prometo: se cumplirá en la carne. No hay poder en el mundo que pueda impedirlo cuando estas dos acciones: la interna y la externa, se armonizan. Pero que todo comience siempre desde tu interior.
Y ahora, al final del silencio, esto es lo que hacemos:
Sabiendo que cada vez que ejercemos nuestra imaginación con amor en favor de otro, estamos mediando real y literalmente a Dios ante el hombre. Así que podemos sentarnos tranquilamente en la oscuridad y simplemente escuchar como si estuviéramos oyendo el ‘buen reporte’ que deseamos oír. Miramos hacia la oscuridad e imaginamos que estamos viendo lo que queremos ver.
Esto es invertir estos dos minutos: hemos tomado los momentos que componen esos dos minutos y realmente los estamos invirtiendo ahora.
Así que, cuando tome asiento y las luces se apaguen, escuchemos y miremos como si realmente estuviéramos oyendo y viendo lo que deseamos oír y ver. Y al hacerlo, estaremos cumpliendo el mandato de aquella maravillosa voz que le habló a mi esposa cuando le dijo:
“Debes dejar de gastar tus pensamientos, tu tiempo y tu dinero, porque todo en la vida debe ser una inversión.”
Haz que estos dos minutos sean tu mayor inversión.
✧ Fuente: Cool Wisdom Books
© Traducción al español por Indira G. Andrade · La Mente Creadora. Todos los derechos reservados.
En La Mente Creadora encontrarás la obra completa de Neville Goddard en español, organizada paso a paso en orden cronológico.
✦ Listado de Discursos | ✦ Listado de Libros | ✦ Ejercicios de Neville | ✦ Inicio





