La Moneda del Cielo · Neville Goddard (1954)
Cómo romper el círculo del tiempo y despertar en la humanidad consciente.
Siendo este mi último domingo por un año, quiero dejarte sin ninguna duda sobre lo que he intentado decirte en las diecinueve conferencias anteriores. Así que voy a hacerte una pregunta que puedes responderte en silencio:
¿Has vivido esta vida de tal modo que desearías volver a vivirla?
Si no es así, será mejor que escuches con mucha atención lo que voy a decirte esta mañana si aún no has empezado, porque quiero decirte que la próxima vida es esta misma vida. Cuando el ojo interior se abre, lo verás: el hombre, a menos que despierte y cambie las vías de esta vida, las caminará por siempre.
Así que, si no has vivido esta vida de modo que realmente desees repetirla, comienza ahora a intervenir en esas vías y a trazar unas nuevas.
Permíteme contarte una visión sencilla; todas ellas son visiones reales del que te habla.
Estaba acostado en mi cama cuando, de pronto, el ojo se abrió, el ojo interior se abrió y vi a un hombre vestido de manera informal, con ropa de trabajo, caminando por las aceras de una gran ciudad.
Al llegar a una abertura en el suelo (una alcantarilla), una boca destinada a recibir carbón, pues acababan de entregarlo, dejó caer algo de su mano; y al inclinarse, en lugar de recoger aquello que había dejado caer, tomó grandes trozos de carbón que estaban esparcidos alrededor del hueco.
Luego, mi visión se relajó. Cuando volví a concentrarme, la escena retornó al principio: el hombre caminando por la acera.
Llegó hasta la alcantarilla, dejó caer algo tal como lo había hecho en el estado anterior, y al inclinarse recogió el carbón, igual que antes. Todo se repetía con exactitud.
Al verlo por segunda vez, dije para mí:
“Esa escena no ha cambiado ni una sola partícula.”
Mi atención volvió a relajarse; cuando me concentré de nuevo, la visión regresó al inicio de la escena. Entonces pude profetizar acerca de aquel hombre: sabía exactamente lo que haría en cada instante, hasta llegar a la alcantarilla; sabía que dejaría caer su paquete y que no lo recogería, sino que tomaría los trozos de carbón.
Sabía que miraría dentro de la alcantarilla y luego cambiaría de idea, ya fuera porque alguien abajo lo vio hacerlo y no quiso afrontar las consecuencias de su acto, o simplemente porque cambió de parecer, pero sabía con todo detalle, lo que aquel hombre haría.
Estamos caminando por unas vías, y esas vías son eternas; por la simple curvatura del tiempo, tu próxima vida es esta misma vida. Simplemente la repites.
Así que, si no la has vivido de tal modo que puedas sentirte orgulloso de ella, comienza ahora. Empieza el cambio hoy. Ya te hemos dado un sistema mediante el cual puedes transformarla. Y para quienes no han escuchado por qué digo que caminas sobre vías, te lo explicaré:
Estás de pie, eternamente, en presencia de una energía infinita y eterna, y de esa energía procede todo. Pero todo lo que surge, surge según un patrón. La energía se mueve siguiendo cierto diseño, y tú determinas la forma que adopta, porque eres tú quien traza esas vías dentro de ti, sobre las cuales fluye la energía, por medio de tus conversaciones interiores. A esta energía, que ahora llamo mente, le da forma el propio hombre mediante los rieles trazados por su diálogo interno.
Así que, si tus conversaciones internas no son lo que deberían ser, te pido hoy que empieces a mantener dentro de ti conversaciones basadas en premisas de ideales cumplidos. El hombre que quieres ser, la mujer que quieres ser: si hasta ahora no has logrado encarnarlo, empieza ahora a asumir que ya eres ese hombre, que ya eres esa mujer.
Y, en tu interior, conversa con tus amigos, con quienes te respetan o con quienes deseas que te respeten, y sostén esas conversaciones desde la premisa de que ellos ven en ti al hombre o la mujer que quieres que el mundo vea, como si ya lo fueras.
Porque esas palabras, esas palabras internas, son en verdad el terreno donde germina toda acción futura; ellas trazarán nuevos rieles, y entonces la energía que siempre fluye correrá sobre esos nuevos rieles, y las condiciones y circunstancias de tu vida cambiarán.
Pero si no trazas nuevas vías, puedo profetizarlo: te encontrarás repitiendo la misma vida, aunque no sepas que ya la has vivido antes.
Si pudiera llevarte ahora conmigo a la visión interior y mostrarte este cuarto elevándose, todo elevándose en detalle, como un telón tridimensional que asciende, verías que todo se eleva y, sin embargo, permanece.
Es tan completamente automático, que a cada instante del tiempo el mundo entero asciende, y al ascender, el mundo permanece igual. Es como si nada ocurriera, y por eso no puedes verlo; pero cuando el ojo interior se abre, ves cómo asciende, y a medida que algo se eleva, lo que surge en su lugar es su duplicado: una réplica perfecta de aquello que ascendió, y se eleva de un modo tridimensional.
Así, cuando el hombre recorre estas vías, no es consciente de que las ha caminado por siempre. Por eso te traigo un mensaje para volverte consciente: el hombre debe despertar del sueño en el que se mueve como un autómata. Se desplaza como una máquina… hasta que empieza a despertar; y cuando despierta ya no es el mismo hombre que pareció ser durante toda la eternidad. Despierta en un nuevo ser, en un hombre nuevo.
Ahora bien, el hombre nuevo es un hombre de nuevas conversaciones, tal como se dice en Efesios:
“Dejen las conversaciones anteriores, que pertenecen al viejo hombre, corrompido por sus deseos engañosos, y revístanse del nuevo hombre, transformado por la renovación de la mente.” [Efesios 4:22–23]
El hombre nuevo se reconoce por sus palabras completamente nuevas. Solo pronuncia palabras amables; es incapaz de concebir un solo pensamiento carente de amor en todo el mundo.
Ni siquiera puede escuchar lo que no sea amoroso, porque en su interior solo habla palabras amables, solo pensamientos llenos de amor hacia el mundo.
Entonces se descubre despertando a un hombre que dormía dentro de él: despierta al segundo hombre, al que la Biblia llama Cristo Jesús, y que te lo digo ahora: es tu propia y maravillosa imaginación amorosa. Cuando la imaginación despierta, se vuelve incapaz de actuar de otro modo que no sea el camino del amor.
Así, cada vez que usas tu imaginación con amor, estás literalmente despertando a ese hombre interior y mediando a Dios ante los hombres. Si pienso en alguien de manera amorosa, entro en contacto con ese ser, y Dios fluye hacia él.
Y ahora, siendo este mi último domingo, voy a darte lo mismo que compartí con la clase el pasado viernes. No lo veas simplemente como una imagen metafórica; míralo como una imagen real.
Imagina que estás al pie de una cascada maravillosa, y que el agua cae con suavidad sobre ti. Siente que fluye a través de ti, y ahora, desde ti, fluyendo hacia la persona en quien pienses.
Hago esta afirmación porque es verdadera: ahora mismo estamos en el Edén, pero estamos dormidos, tal como se nos dice en el segundo capítulo del Génesis:
“Y el hombre cayó en un profundo sueño cuando fue puesto allí para labrarlo y guardarlo.” [Génesis 2:15,21]
Para despertar, haz esto: imagina que eres el centro desde el cual el agua irradia, y que todas las personas de este mundo echan raíces en ti y terminan en ti, así como tú echas raíces en Dios y terminas en Dios.
De modo que estoy en el jardín de Dios, el Edén; y en ese jardín cada ser humano tiene su propio terreno, su pequeño jardín. En ese jardín hay árboles que crecen, y puedes verlos.
Si ahora miro a un hombre y, en mi interior, observo su parcela dentro de mi jardín, veré sus árboles: algunos los llamaré salud, otros riqueza, otros el árbol de la dignidad, el árbol de la nobleza, el árbol del ser deseado.
Tal vez estén marchitos, nunca mueren del todo pero pueden haberse secado, necesitan agua. Imagina que estás regando esa planta y contempla con el ojo de tu mente cómo brotan las hojas en aquello que antes era un tallo estéril. Mira aparecer el fruto.
Y dondequiera que esa persona esté en el mundo, mientras riegas su jardín que en verdad es tu propio jardín, a medida que lo riegas él encarnará las cualidades mismas que ese árbol comienza ahora a producir y a irradiar. Tú le das nombre al árbol; y cualquiera sea el nombre que le des, eso será.
Si sabes que alguien se siente no deseado, entonces nómbralo como el árbol del ser deseado: “quiere ser querido, quiere ser necesario”. Dale ese nombre y deja que el agua fluya hacia él. Imagina que crece vigorosamente en ese jardín, mira cómo brotan sus hojas, cómo aparecen sus frutos. Y dondequiera que esa persona esté en el mundo, comenzará a ser apreciada y buscada por los demás en su entorno.
Si está desempleado, entonces es el árbol del trabajo: míralo irradiar hojas, irradiar frutos, y será requerido, y encontrará un trabajo digno y bien remunerado.
Te digo que esto no es una afirmación vacía: todos los que están aquí pueden hacerlo, y todos deberían hacerlo. Cada vez que riegas el árbol en el jardín de alguien, al mismo tiempo estás regando tu propio jardín en el jardín eterno de Dios. Porque, como está escrito:
“Yo soy la vid, y vosotros sois los sarmientos.” [Juan 15:5]
Y cada ser humano puede decir exactamente lo mismo.
Así que, al elevarte aquí y siendo ustedes dos mil seiscientos, cada uno de ustedes es la vid central del jardín de Dios, y todos en su mundo son ramas de esa vid. De modo que, cuando yo, como vid central, riego una rama en mi jardín, en ese mismo instante estoy siendo regado, y mi propio jardín está siendo regado dentro del jardín maravilloso que tú eres.
No necesito regar mi jardín aparte: al cuidar los muchos jardines del Edén de Dios, estoy cuidando el mío propio, pues mi jardín vive en la vid que une a todos los seres del mundo. Pruébalo, y podrás bendecir a cada persona en el mundo.
Entonces, con el tiempo, el ojo se abre, el oído se abre, y el hombre interior despierta; y contemplas el mundo más glorioso, que siempre ha estado aquí para ser visto, solo que nosotros, en nuestro sueño, lo habíamos excluido. Excluimos todo el maravilloso mundo dorado al dormirnos y convertirnos en autómatas. Pero tómame en serio: tu próxima vida es esta misma vida.
Haz de esta vida lo que deseas que sea, porque si no lo haces, te encontrarás viviéndola automáticamente sin siquiera saberlo; pues, mientras duermes, no sabes que caminas por las mismas vías.
Si tan solo pudiera llevarte dentro de mí y dejarte ver con el ojo interior, verías a los autómatas del mundo, a las personas dormidas; sí, sus ojos están abiertos y parecen despiertos, pero en realidad duermen profundamente, porque repiten lo mismo una y otra vez.
Ahora vuelve a hacerte consciente; y al volverte consciente, entras en el círculo más glorioso de la humanidad despierta. Yo lo llamo el círculo consciente de la humanidad, o, como solía llamarlo mi antiguo maestro, “Los Hermanos”. Simplemente significa el hombre despierto; y cuando despierta, todos ellos son seres gloriosos, pues son la imagen misma del Ser Divino.
Así que pruébalo, pruébalo hoy mismo con el arte de la revisión. Al final de este día, revisa tu jornada. Si hubo algo no amoroso en el día, no lo aceptes así: vuélvelo a escribir. Toma esa misma escena y recréala de nuevo, y una vez reescrita, revívela.
En tu imaginación, imagina que la acción se despliega, y repites todo como debería haberse desarrollado la primera vez. Al hacerlo, lo has cambiado. Porque el momento no retrocede, como la gente cree; el momento avanza. Puede parecer una afirmación absurda decirte que el ayer es el futuro de hoy. Parece una locura, piensas que no, que el ayer es pasado, pero por la curvatura del tiempo descubrirás que es así.
No lo sabrás, sin embargo, porque estarás dormido, a menos que comiences a despertar. Entonces te encontrarás con aquello que fue el ayer, pero ahora en tu futuro, porque el momento nunca retrocede: siempre avanza hacia el futuro para enfrentarnos. Y si no lo cambias, te encontrarás repitiendo una y otra vez lo mismo; aunque por la infinita misericordia de Dios ese sueño borra el recuerdo, de modo que lo repites creyendo hacerlo por primera vez.
Pero te pido que despiertes, porque el propósito de esta plataforma es despertar a todos los que vienen aquí, para que todos podamos entrar juntos en esta hermandad de la humanidad despierta.
Se nos dice que al hombre se le dieron dos dones al nacer. No se refiere a este pequeño nacimiento, cuando salí del vientre de mi madre, sino al momento en que salí del vientre de mi Padre, ese gran vientre, el vientre de la creación: cuando, antes de que existiera el mundo, Él me creó, me hizo perfecto y me colocó en este mundo con un propósito: un propósito educativo.
Y me dio dos dones: me dio Su propia mente, y me dio el don del habla, el mismo instrumento que Él usó para crear el mundo. Él llamó al mundo a la existencia con Su palabra, y luego me dio el mismo don con el que lo llamó a la existencia; de modo que me dio mente y palabra.
Si uso sabiamente ese don, si lo empleo correctamente, seré guiado hacia la realización, hacia el cumplimiento de cada uno de mis deseos; ninguno está más allá de mi capacidad de realizarlo.
Si lo uso con sabiduría de manera constante, entonces, cuando deje este cuerpo, lo que el mundo llama “morir”, cuando pase de este estado a otra dimensión, por el uso sabio de esos mismos dos dones seré llevado a la compañía de los bienaventurados, si he despertado.
Pero si no los uso sabiamente, continuaré mi círculo de sueño; si los uso sabiamente, romperé el círculo de la recurrencia y me elevaré más allá de él, hacia la eternidad. Si no lo hago, seguiré moviéndome sobre la línea curvada del tiempo, repitiendo lo mismo una y otra vez, hasta que algún día despierte; porque estoy destinado a ser conformado a la imagen de Su Hijo.
No tengo ninguna duda de que todos despertarán, pero ¿por qué no comenzar el proceso de despertar ahora? Y lo comienzas practicando el arte de la revisión. Pruébalo; no lo tomes a la ligera.
Te pido, y te ruego, que leas una y otra vez el capítulo “Las tijeras de podar de la revisión”, y que lo pongas en práctica día tras día. Nunca dejes que el sol se ponga sobre tu enojo, tu irritación o cualquier problema del día. Resuélvelo antes de dormir y lleva esa imagen resuelta al sueño, y verás cómo el hombre interior comienza a despertar. Pero pruébalo también con tus amigos, y recuerda que tú eres la gran cascada.
La Biblia habla del agua, pero el místico sabe que no se refiere al agua literal, sino a la verdad. Así que, cuando veo a alguien con el ojo de mi mente y lo contemplo libre, le estoy dando la única verdad que puede hacerlo libre. De modo que, si riego su planta, imagino que el agua realmente llega hasta ella, y veo cómo brotan las hojas, y ese hombre comienza a liberarse: se vuelve saludable, seguro, amado.
Entonces esos árboles crecen hermosamente en mi jardín. Y al hacerlo, no solo él se beneficia al recibir el riego de su planta, sino que yo también me beneficio: empiezo a despertar. Así que les pido a todos los que están aquí que realmente lo prueben.
Sé que el título de hoy era “La moneda del cielo”, pero siendo este el último día, pensé que sería apropiado ofrecer una especie de breve resumen de lo que he intentado decirles. El propósito de estas diecinueve conferencias ha sido estimularlos a intervenir en su línea de tiempo, para que puedan hacer algo respecto a ella, pues el paso del tiempo por sí solo no la cambia.
Si esperan, creyendo que habrá algún cambio más allá de la tumba, les digo que esperarán en vano. No existe ningún poder transformador después de la muerte. Todo el poder de transformación está ahora en el hombre, para intervenir en su línea de tiempo. Y se interviene en ella simplemente cambiando un solo momento en el curso del día, sin aceptarlo como definitivo, por muy real o factual que parezca.
Sabes que tuviste esa experiencia, pero no permitas que el día termine sobre ella diciendo: “Bueno, así fue, eso pasó”. Vuelve a ese momento en el tiempo, reescríbelo, revívelo en su versión revisada, y hazlo una y otra vez en tu imaginación hasta que la escena adquiera los tonos de la realidad. Cuando la escena adquiere los tonos de la realidad, has cambiado tu futuro.
Toma otro incidente y cámbialo, y sigue cambiando todas las pequeñas escenas, todas las pequeñas experiencias, hasta que conformen una versión más ideal de la vida, y vuélvelas a vivir.
Si alguien está aquí por primera vez, podría pensar: “Bueno, eso es engañarse a uno mismo.” Pero pruébalo. Pruébalo y verás si el hombre interior no despierta. Y cuando despierte, verás un mundo que se mueve automáticamente, un mundo que es como una máquina, y a todo ese vasto mundo representando los mismos papeles que ha representado desde siempre, y que seguirá representando sobre la curvatura del tiempo, hasta que salga de ese estado y se levante de entre los muertos.
Como está escrito:
“Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos.” [Efesios 5:14]
El estado que ahora llamamos sueño se asemeja a la muerte, donde el hijo ha muerto. Por eso se nos dice del segundo hijo, el pródigo, que cuando regresó de aquel ciclo y fue recibido, el padre exclamó:
“El que estaba perdido ha sido hallado, y el que estaba muerto ha vuelto a la vida.” [Lucas 15:24]
Así, este estado de perdición se asemeja a la muerte, y el único propósito ahora es resurgir; no acumular una fortuna aunque tienes derecho a ella, ni alcanzar fama aunque también te pertenece, sino simplemente despertar del estado de sueño.
Y no conozco otro modo de despertar a un hombre si no es mostrándole cuán mecánico es. Si practicas con seriedad el arte de la revisión, el ojo se abrirá, y tendrás las experiencias de las que te hablo.
Tú también, acostado en tu cama, verás el ojo abriéndose y mirando dentro de una ciudad que tal vez esté a dos mil millas de distancia, y la verás con más claridad de la que ahora me ves a mí. Y observarás las huellas de un hombre, su recorrido; luego perderás el interés, y de pronto decidirás volver a interesarte.
Y no tendrás una imagen de recuerdo del hombre, sino que verás toda la escena de nuevo, idéntica: el hombre camina por la misma acera, hace todo lo que hizo un momento antes. Entonces regresa a ese punto nuevamente: ese rastro ha quedado trazado para siempre, y él lo recorrerá eternamente, hasta que despierte.
Así que les pido a todos los que están aquí que me tomen en serio. Si esto les parece demasiado místico, no me disculpo; es lo único que puedo ofrecerles, porque a medida que empiezo a despertar, debo darles el alimento con el que mi Padre me alimenta. Él me alimenta con nuevas ideas; transforma mis valores, cambia el significado que doy a todas las cosas del mundo.
Ya no veo las cosas como el año pasado; ya no tengo los mismos valores que tenía entonces, pues los motivos que guiaban mi vida iban por otros caminos. Pero, de pronto, todo cambia, y ya no puedes poner valor donde antes lo ponías: no puedes ponerlo en la riqueza, ni en los nombres, ni en el reconocimiento. Todos tus valores cambian, y entonces comienzas a ver interiormente un mundo nuevo y maravilloso.
Así que te digo: el jardín del que hablo es un jardín real, este mismo que llamas el mundo. No creas, ni por un momento, que estás en exilio. Este maravilloso mundo visible y objetivo que nos rodea no es un lugar de destierro; es la vestidura viva de mi Padre.
En verdad, es Su vestidura viviente, pero necesita intérpretes. Los hombres individuales llegan, y cuando comienzan a despertar, interpretan para ti esta extraña armonía disonante; porque, aunque yo te diga que todo en tu mundo está relacionado por afinidad con tu propia actividad mental, no puedes verlo, y por eso no alcanzas a percibir que incluso la discordia está relacionada contigo, aunque no fueras consciente de haber pensado de ese modo.
Si fueras consciente de la actividad dentro de ti, verías que todo está conectado contigo mismo, con tu propio ser. Y aunque ahora no lo veas, seguirás sabiendo que todo está relacionado contigo.
Por eso vienen los intérpretes, porque el intérprete, cuando comienza a despertar, sabe que este mundo maravilloso tiene una voz que le habla de las cosas que están detrás del velo, detrás del velo de tu propia mente.
Porque detrás de tu rostro, ahora mismo, hay una actividad, la actividad de tu propia imaginación, y si pudieras verla, verías que se proyecta como las condiciones y circunstancias de tu vida. Nada está fuera de orden.
Cambia la actividad interna, y cambiarás el mundo en que vives. Y cambias esa actividad cambiando tu discurso interior, porque el discurso refleja tu mente, y tu mente refleja a Dios. Si no cambias tu modo de hablar internamente, no has cambiado la actividad; y si no cambias la actividad, no puedes cambiar las condiciones de tu vida, porque ellas solo vienen a dar testimonio de esa acción interior de tu mente.
Así que quieres cambiar y espero sinceramente que así sea; pero si ahora puedes reflexionar sobre tu vida, ya sea de diez años o de sesenta, y no puedes decirte a ti mismo: “Quisiera volver a vivirla si tuviera libertad de elegir”, entonces más vale que empieces a cambiarla ahora mismo. Porque te hago una profecía, te hago una promesa: tu próxima vida es esta misma vida.
Así que, si al reflexionar no puedes decir: “Deseo volver a vivirla”, entonces empieza hoy mismo a trazar nuevas vías, porque si no lo haces, vas a vivirla otra vez, y al vivirla de nuevo ni siquiera sabrás que la estás repitiendo.
Es un proceso totalmente automático, tan natural y sin esfuerzo, pues te encuentras en presencia de una energía y no puedes dejar de caminar: tú mismo has trazado esas vías, y tendrás que recorrerlas. Y la curvatura del tiempo te hará volver, una y otra vez, por siempre y para siempre, hasta que rompas ese ciclo y comiences a despertar.
Y cuando despiertes, entrarás en el círculo de la humanidad despierta. Y te aseguro: los conocerás más íntimamente que a cualquier persona que ahora conozcas en tu estado de sueño. No existe en la tierra un solo ser al que conozcas con tanta profundidad e intimidad como a aquellos que han despertado, una vez que tú también despiertas.
Cuando entres en su presencia y te mezcles con ellos, te vuelves uno. No pierdes tu identidad; de hecho, tiendes cada vez más hacia una individualización mayor. Nunca eres absorbido ni pierdes quién eres, sino que, al despertar, despiertas al Ser que siempre fuiste, pero que habías olvidado y caíste en profundo sueño.
Hay una belleza en el hombre interior que el exterior jamás ha tocado ni puede herir. Y así, al despertar, ellos estarán allí para recibirte, porque esperan con anhelo que se rompa el círculo de la recurrencia. Así que pruébalo.
Este año te hemos compartido muchas cosas, cosas que tal vez parecieron demasiado místicas. Pero te lo advertí: hace cuatro domingos te dije que este año te daría el extremo de un hilo dorado, y te invité a enrollarlo hasta formar una esfera; porque si lo haces, te conducirá hasta la puerta del cielo, construida en el muro de Jerusalén.
Siento que ya te he entregado ese hilo dorado, pero no puedo enrollarlo por ti. Te prometo que regaré tu jardín, pero eso no te despertará; solo te despertará a cosas más hermosas, de cierto modo, pero no romperá realmente el círculo por ti.
Así que hoy, una vez más, te ofrezco el extremo del hilo dorado, pero te invito a enrollarlo y formarlo en una esfera, mediante la aplicación diaria del principio de la revisión, observando cada día tus acciones internas y comprobando si corresponden a las acciones que deseas realizar en el mundo exterior.
Vigila cuidadosamente tus conversaciones internas ¿surgen de premisas de ideales cumplidos? Si no es así, regresa y corrígelas, haz que correspondan realmente al ideal que deseas encarnar en este mundo.
Empieza por ahí eso es enrollar el hilo en una esfera, y te conducirá hasta la puerta del cielo, construida en el muro de Jerusalén. No tengo la menor duda, porque sé por experiencia que así fue como abrí ese muro: lo abrí mediante la aplicación.
Por eso te advertí, cada vez que he subido a esta plataforma, que el conocimiento que posees ahora no te servirá de nada a menos que lo apliques. Un pequeño conocimiento puesto en acción es más provechoso que una gran cantidad de conocimiento que descuidas practicar. Aunque poseyeras todo el conocimiento del mundo, si no lo pusieras en práctica, no despertarías.
Y ahora, esta mañana, todos han escuchado. Tómenlo hoy mismo y empiecen este día revisando, y observen cómo el círculo comienza a romperse, cómo el ojo empieza a abrirse. Y les digo: no existe en la tierra un don, ni una posesión en el mundo, que uno pudiera desear más que la apertura del ojo, cuando ese ojo se abre.
Por eso les digo: sus valores cambian, el significado de la vida cambia, pues no venderías ese ojo que se ha abierto ni por toda la riqueza del mundo, ni lo cambiarías por ningún reconocimiento que el mundo concede ahora a los llamados grandes, porque verías a esos llamados grandes igualmente dormidos, representando sus papeles, caminando sobre líneas curvadas.
Y entonces tú rompes ese ciclo y entras en un mundo maravilloso: el mundo de la humanidad despierta. Allí verás a esos seres glorificados realmente glorificados, que te han precedido en el círculo consciente de la humanidad.
Y ahora, mi tiempo ha terminado.
✧ Fuente: Cool Wisdom Books
© Traducción al español por Indira G. Andrade · La Mente Creadora. Todos los derechos reservados.
En La Mente Creadora encontrarás la obra completa de Neville Goddard en español, organizada paso a paso en orden cronológico.
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