Las Tijeras de Podar de la Revisión · Neville Goddard (1954)
La mente es un jardín vivo. Lo que no revisas, crece como maleza. Usa la imaginación para redimir, perdonar y crear belleza.
El tema de esta mañana es “Las Tijeras de Podar de la Revisión.”
Creo firmemente que, si usas sabiamente y a diario las tijeras de podar de la revisión, descubrirás que no existe ningún objetivo que esté fuera de tu capacidad para realizarlo. Y lo digo con total seriedad: no hay meta alguna más allá de tu poder para hacerla realidad.
Cuando era un niño de siete años, una mujer me dijo:
“He tenido una visión acerca de ti. Te lo explicaré ahora muy, muy claramente: no sé qué es lo que vas a hacer, pero me ha sido mostrado que harás algo que, a lo largo de los siglos, después de que te hayas ido, el hombre no podrá deshacer. Puedo verlo: con el paso de los siglos, tu estatura crecerá mucho después de tu partida.
Y dentro de cientos de años, cuando se hable de algo que fue hecho en beneficio del hombre, se mencionarán tres nombres, y tú serás uno de esos tres.”
Siento que el tema de esta mañana podría ser ese, el definitivo; que si nunca dijera una palabra más, y tú lo escucharas, lo creyeras y realmente lo usaras, esta sería la siembra que se extendería desde nosotros aquí y que el mañana no podría deshacer.
Porque es magia, estas tijeras de podar de la revisión. Realmente lo es, no solo conducen al logro de los objetivos, sino que, si las usas a diario, despertarán en ti el espíritu de Jesús, que es el perdón continuo del pecado.
En esta enseñanza, el pecador siempre debe quedar libre. Nunca lo condenarás, porque cuando el Espíritu despierte en ti, comprenderás que en él no hay condena, sino únicamente perdón. Y el perdón no es, como piensa el hombre del mundo, la simple omisión de ejecutar su venganza.
Lo que entendemos por perdón es la identificación del otro, a quien deseamos perdonar, con el ideal que ese otro anhela encarnar en el mundo. Y así, hacemos con él lo que esperamos o desearíamos que el mundo hiciera con nosotros.
Por lo tanto, todo aquello que yo mismo quisiera encarnar, esa es la visión que debo sostener de cada ser humano que encuentro en mi mundo. Ningún hombre debe ser desechado; cada hombre ha de ser redimido y mi vida es el proceso por el cual esa redención se cumple.
Lo hago simplemente identificando al otro con el ideal que deseo exteriorizar en mi mundo.
Ahora volvamos al segundo capítulo del Génesis. Se dice:
“Y Dios puso al hombre en el jardín del Edén para que lo labrara y lo cuidara.” [Génesis 2:15]
Cuando lees esta historia, piensas que ocurrió hace miles de años. He venido a decirte que está ocurriendo ahora. Tú estás ahora en el jardín del Edén, aunque creas que estás fuera o que has sido desterrado. Estás dentro de él, y ese jardín es tu mente, pero como todo jardinero necesitas unas tijeras de podar.
Porque has dormido como se nos dice en ese segundo capítulo, y al dormir, han aparecido malas hierbas en el jardín. Esas malas hierbas se revelan por medio de las condiciones y circunstancias de tu vida.
Porque tu jardín siempre se proyecta en la pantalla del espacio, y puedes ver, observando con atención tu mundo, qué has permitido crecer en el jardín de Dios.
Pero tú tienes una misión, tienes un propósito. No es acumular una fortuna, aunque puedes hacerlo si lo deseas; no es hacerte famoso, ni convertirte en un gran poder. Tu propósito es simplemente cuidar el jardín de Dios. Esa es tu tarea: has sido puesto en el jardín para labrarlo y cuidarlo, para que solo lo hermoso crezca en el jardín de Dios.
Ahora bien, todo hombre en el mundo está enraizado en ti, en ti que miras hacia afuera y ves ese mundo. Todo hombre está enraizado en mí, y termina en mí, así como yo estoy enraizado en Dios y termino en Dios. Y porque está enraizado en mí, no puede dar fruto sino de la naturaleza que la raíz permite.
Así que él está en mí, y cualquier cambio que se desee en el mundo exterior solo puede producirse si yo cambio la fuente de aquello que veo crecer en mi mundo.
“¿Ves aquellos campos allá lejos? No te sorprendas cuando veas sésamo: el sésamo era sésamo, el trigo era trigo, el silencio y la oscuridad lo sabían, así nace el destino del hombre.”
Por lo tanto no lo juzgues, porque tú eres la fuente de aquello que contemplas. Ahora, vuelve tu mirada hacia dentro y pódalo usando estas tijeras de podar de la revisión.
Ahora, así es como lo hacemos. Al final del día, repaso mi día. No lo juzgo, simplemente lo repaso. Reviso todo el día completo: todos los episodios, todos los acontecimientos, todas las conversaciones, todas las reuniones. Y luego, cuando lo veo con claridad en el ojo de mi mente, lo reescribo.
Lo reescribo y lo hago conforme al día ideal que desearía haber vivido. Tomo escena tras escena y la reescribo, la reviso y una vez revisado mi día, en mi imaginación lo revivo, revivo ese día revisado, y lo hago una y otra vez en mi imaginación, hasta que ese estado aparentemente imaginado comienza a adquirir para mí los tonos de la realidad.
Parece real, como si en verdad lo hubiera vivido y he descubierto por experiencia que estos días revisados, si realmente los vivo, transforman mis mañanas.
Cuando me encuentro al día siguiente con personas que hoy me decepcionaron, ya no me decepcionan, porque en mí he cambiado la misma naturaleza de ese ser; y al haberlo cambiado, él da testimonio mañana del cambio que tuvo lugar dentro de mí.
Es mi deber tomar este jardín y hacer de él un verdadero jardín, usando cada día las tijeras de podar de la revisión.
Sé por experiencia que esto no solo produce los resultados deseados y provoca los cambios que buscamos, sino que lo más glorioso es que despierta en ti, en quien lo practica, el espíritu de Jesús. Entonces te descubres a ti mismo no justificando, sino perdonando, y comprendes que la libertad y el perdón están indisolublemente unidos.
No puedes ser libre y no perdonar, porque aquel a quien juzgas, condenas o intentas atar te mantiene anclado por tu propio juicio sobre él, ya que él está en ti. Y así, al identificarlo con el ideal que realmente deseas manifestar, te liberas a ti mismo.
Se te ha dicho:
“Perdona, y serás perdonado; no perdones, y entonces no serás perdonado.” [Lucas 6:37]
Es algo automático; no puede ser de otro modo, porque todo surge de ti, de quien lo contempla. Y a medida que comienzas a practicarlo, el Espíritu mismo se despierta dentro de ti, y sabes que tú eres aquel del que otros hablaron, a quien creyeron que había vivido hace dos mil años.
Así que, cuando lo comprendes, lo comprendes por conocimiento directo; lo sabes. No hay discusión ni necesidad de decírselo a otros, simplemente sabes que tú eres Él.
Entonces leerás las palabras en la carta a los Hebreos, capítulo 9:
“Se manifestó para quitar el pecado mediante el sacrificio de sí mismo.” [Hebreos 9:26]
Y sabrás que tú eres aquel que quitó el pecado mediante el sacrificio de sí mismo. Pero por sacrificio de sí mismo no se entiende ser un valiente que se lanza a la línea de fuego para proteger a un hermano, no significa dar el cuerpo para ser quemado o ser clavado en una cruz.
El yo del hombre es la suma total de todo aquello que ese hombre cree y acepta como verdadero, y ese es el “yo” que debe ser sacrificado.
He oído hablar de una mujer que sería una esposa maravillosa para algún hombre y sin embargo no está casada. Desea ser la compañera de un gran y noble ser, pero sigue soltera.
He oído eso y eso se convierte en parte de mí; eso es mi conocimiento. Debo sacrificar ese “yo”, para que ese aspecto de mi ser sea tan feliz como lo soy yo, y como lo son aquellos que están en mi mundo, porque ese es el “yo” que debo sacrificar para quitar el pecado.
Pues pecado, para el místico, significa errar el blanco; no significa violar ciertos códigos, a menos que, por supuesto, tuvieras un objetivo y fallaras en alcanzarlo. Pero para el místico, pecar es simplemente tener una meta en la vida y no realizarla. Así que, cuando no alcanzas el blanco, has pecado.
Por eso está escrito:
“Se manifestó para quitar el pecado mediante el sacrificio de sí mismo.” [Hebreos 9:26]
Y, sabiendo que el sí mismo es solo todo lo que el hombre consiente, todo lo que acepta, todo lo que cree verdadero, me pregunto: ¿qué estoy creyendo acerca de esa persona?
¿Que está desempleada y no puede encontrar trabajo? Entonces soy yo quien lo cree.
Ahora debo quitar ese pecado, ese errar el blanco en el que él no alcanza su propósito; y solo puedo hacerlo mediante el sacrificio de mí mismo. Y mi yo mismo es esa creencia.
Así que ahora reviso. No puedo decir simplemente:
“Bueno, ya no creeré que está desempleado”
Debo afirmar:
“Creo que está empleado.”
Lo hago con las tijeras de podar de la revisión. Traigo a esa persona ante el ojo de mi mente y lo felicito por su buena fortuna, porque ahora tiene un empleo digno.
Le permito aceptar mis felicitaciones, porque ya no veo a un hombre desempleado; lo veo empleado. Y él sabe que está en el ojo de mi mente, pues en ese estado lo he podado de su condición de desempleo y, una vez más, he dado nueva forma a la rama que crece en el jardín de Dios.
Mañana, las personas lo verán como no podrían haberlo visto antes de la poda que tuvo lugar dentro de mí, y él tendrá, efectivamente, un empleo digno.
Aquel que está enfermo, poda esa rama. No aceptes nada en el mundo como definitivo, a menos que se conforme al ideal que deseas manifestar en él.
Pero hazlo a diario; si no lo haces cada día, perderás el hábito, y entonces crecerán las malas hierbas.
Todo hombre que es verdaderamente un jardinero, que se llama a sí mismo jardinero en el jardín de Dios, sabe que cada día es una oportunidad para podar de verdad el árbol, este maravilloso árbol.
Y así, cada persona que encuentras es una rama enraizada en la vid que tú eres, y tú eres ese árbol especial en el jardín de Dios: un árbol que da vida, un árbol que da fruto para alimento de las naciones. Tú eres ese ser.
Si me tomas en serio hoy, esta noche no dejes que el sol se ponga sobre ninguna contrariedad del día. Mírala; no la niegues, no la esquives. Obsérvala, para que puedas podarla y luego darle nueva forma.
Toma las conversaciones que tuviste hoy con tus amigos: ¿fueron agradables? ¿fueron discusiones? No importa lo que hayan sido; pregúntate si fueron negativas.
Entonces reescribe el guion e imagina la conversación como si hubiera ocurrido tal como ahora la estás reescribiendo por primera vez.
Y así ocurrirá, porque todo lo que contemplas en tu mundo aunque parezca estar afuera está dentro de ti, en tu imaginación.
Esta maravillosa imaginación tuya es Cristo Jesús. La imaginación es la morada real de toda cosa creada. No importa lo que veas en el mundo: todo brota de tu imaginación.
Así que ahí es donde debes ir, ese es el taller, el jardín de Dios.
Ahora tienes una misión, tienes un propósito en la vida, un propósito noble, porque has sido elegido para convertirte verdaderamente en el jardinero principal en el jardín de Dios.
Y en ese jardín debes tener tijeras de podar, y las tijeras de podar son la revisión. Simplemente revisas, y al revisar el día, lo revocas, porque el día no se desliza hacia el pasado ni retrocede, como la gente piensa: el día siempre avanza hacia el futuro para encontrarte, ya sea podado o en algún extraño estado semejante a una mala hierba.
Por eso, cuando leas esas historias extrañas que aparecen en la prensa diaria, simplemente ignóralas. No significan nada.
Los hombres que se hacen llamar líderes o pastores del rebaño excomulgan y no hablo de una sola religión, pues en todas las religiones los líderes se atribuyen el derecho de excomulgar, sin saber que nada debe ser desechado.
Nada en el mundo puede ser descartado, pues todo es eterno; pero sí puede ser podado y hecho conforme a la imagen ideal.
El hombre que no revisa su día o bien no conoce este poder, o bien ha perdido la visión de aquella vida a cuya semejanza el Espíritu de Jesús trabaja sin cesar para transformar esta existencia.
Así que no los deseches.
En la edición actual de la revista Time se habla de ese noble espíritu que conocemos como Spinoza… Baruch de Spinoza, quien tanto ha dado al mundo de la filosofía, tanto, que todos hemos sido enriquecidos por el hecho de que él haya caminado sobre la tierra.
Y ahora, trescientos años después, el ex primer ministro de Israel, Ben-Gurión, ha pedido a los principales rabinos de hoy que revoquen la excomunión pronunciada hace tres siglos. Pero ellos le responden a ese noble espíritu que no pueden revocar las obras de sus antepasados, que la maldición permanece para siempre.
Deberías leer esa absurda, absurda maldición, tal como está impresa en la edición actual de Time. Invocan a todos los ángeles para que lo maldigan como si los ángeles pudieran maldecir; invocan todo poder para destruirlo. Dicen que nadie debe caminar a menos de cuatro codos de la sombra de ese hombre; nadie debe hablarle, ni mostrarle bondad alguna, nadie debe escribirle ni leer jamás nada de lo que él haya dicho. Y eso fue hace trescientos años.
Los rabinos que lo maldijeron hace siglos han sido olvidados hace mucho, y, si aún viven, viven solo a causa de su maldición. Nadie sabe realmente quiénes fueron, pero es imposible olvidar las obras de Spinoza si alguna vez las has leído.
Todos en esta audiencia, posiblemente, han usado alguna de sus frases. ¿Sabías que fue él quien dijo:
“La naturaleza aborrece el vacío”?
Ahora tú la usas, yo la uso, pero ¿sabes cuál es su origen? Fue Spinoza. Porque aquí estaba este gigante de mente, y después de trescientos años, mentes pequeñas, que piensan que están guiando al rebaño y que se llaman a sí mismas pastores, deberían volver y leer con atención el Libro de Jeremías:
“¡Ay de vosotros, pastores, que destruís mis viñas! Habéis entrado en mi jardín y habéis tomado mis vides; ahora no dan uva ni hoja, y el jardín de Jerusalén se ha convertido en un campo de maleza.” [Jeremías 12:10]
Léanlo en Jeremías, donde él clama contra esos pastores que se llaman a sí mismos pastores, ciegos guías de ciegos.
Tómame hoy en mi palabra. No me debes nada; no te cuesta nada venir aquí esta mañana. Tú vienes y me das tu tiempo, y yo te doy el mío. Pero sal y pruébalo: comienza hoy mismo a podar esa maravillosa imaginación tuya.
¿Conoces a alguien que consideras malvado? Deja de conocerlo así. Tráelo ante el ojo de tu mente y mantén con él la conversación más maravillosa del mundo, con un espíritu tierno, con un espíritu amoroso. Cree en la realidad de esa comunión, porque si realmente lo haces, estás entrando en el Reino de los Cielos, pues se entra al cielo mediante una comunión amorosa y consciente con un amigo.
Así que haz de él un amigo, aunque no sea alguien amable. No importa quién sea: puedes podarlo, y al podarlo estás cumpliendo la obra para la cual fuiste enviado en favor del hombre.
Tú eres ese hombre. Has sido puesto hoy en el Jardín del Edén para labrarlo y cuidarlo. No permitas que siga creciendo maleza en tu mundo. Eres absolutamente responsable de cada ser que encuentras en este mundo; esa es tu responsabilidad.
Así como la maestra de la que hablamos, que tomó a una niña que estaba a punto de ser expulsada. No, la niña no fue expulsada, porque esa maestra había oído lo mismo que tú estás oyendo esta mañana.
Un domingo por la noche, al llegar a casa, trajo ante el ojo de su mente a aquella niña, la misma que la directora, el psiquiatra y todo el profesorado habían decidido unánimemente expulsar en su decimosexto cumpleaños, pues era grosera, ruda y carente de ética.
Y allí, en su imaginación, se comunicó con ella y la vio como una niña dulce, considerada y amorosa. Al día siguiente, lunes, en clase, la niña manifestó toda la bondad de aquella revisión hecha la noche anterior. Diez días después, cuando esa transformación fue vista y reconocida por toda la facultad y por el psiquiatra, se convocó otra reunión, y revocaron su veredicto de diez días atrás. La niña no fue expulsada.
Ella sigue estudiando en la escuela George Washington High School, en la ciudad de Nueva York, que es considerada una escuela excelente. Y allí está, sin ninguna marca negativa en su expediente, porque una maestra que se sentaba entre el público, igual que tú ahora, creyó.
Creyó lo que espero que todos aquí crean, y redimió una rama de su propio árbol. Ella no se daba cuenta de que aquella niña era ella misma. Hasta ese mismo momento, había visto a todos los niños que enseñaba como algo puramente objetivo.
El hombre ciego ve el mundo como algo objetivo a sí mismo, algo separado de él. Pero cuando el hombre comienza a despertar, ve todo de manera subjetiva y comprende que todo lo que encuentra está relacionado consigo mismo.
Aunque aún no entienda ciertas cosas, sabe que están vinculadas por afinidad a alguna fuerza todavía no realizada dentro de su propio ser. Por eso no las desecha; sabe que su vida es el proceso mediante el cual las redimirá, y las redime usando las tijeras de podar de la revisión.
Siento que, después de estos cincuenta años de caminar sobre esta tierra, esto era lo que aquella mujer vio cuando yo tenía apenas siete.
Podría cerrar los ojos a las tres dimensiones en cualquier momento, sabiendo que no podrás refutarlo: quizás nunca uses este arte, pero nunca podrás demostrar que no funciona: este arte de la revisión.
Todo hombre que lo pruebe lo confirmará por sí mismo, hasta quedar plenamente satisfecho de que puede elevarse más allá del sueño más audaz de los hombres. Y al elevarse, despierta en sí el espíritu del perdón.
Al principio, ese despertar se manifestará en logros externos: una empresa exitosa, un aumento de ingresos, todas esas cosas. Pero pronto comprenderá que ese no era el propósito. Eran solo juguetes para entretenerlo, juguetes para divertirlo hasta que despertara en su interior el espíritu de Jesús.
Entonces verá una misión completamente diferente: no la acumulación de riqueza, sino la redención de la sociedad, la redención de todo hombre en el mundo.
Viene a cumplir la voluntad de su Padre, y se nos dice en el capítulo 6 del Evangelio de Juan:
“Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que me ha dado, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.” - [Juan 6:39]
No pierdas nada. No, no excomulgues ni borres, simplemente elévalo de nuevo. Y al elevarlo, te elevas a ti mismo, porque el viaje es eterno. Te estás moviendo por una línea vertical infinita dentro de tu maravillosa imaginación, y solo asciendes elevando a otros contigo.
El hombre ciego cree que puede salvarse a sí mismo, y porque piensa que puede salvarse solo, descarta al resto. Ese mismo hombre ciego dijo, hace cientos de años:
“A otros salvó; a sí mismo no puede salvarse.” [Mateo 27:42]
Te digo que es una afirmación falsa. Fue puesta en boca de los fariseos, en boca del Sanedrín, de los líderes que creían ser líderes.
Pero yo te digo: el hombre se salva, y solo se salva, al salvar a su prójimo. No hay otra manera de salvarse sino salvando al verdadero Ser, y cada hombre está enraizado en ti, que observas a los hombres.
Por eso, no los deseches: levántalos, poda el árbol y conviértete en el verdadero jardinero en el jardín de Dios.
Toma cualquier cosa. Tienes un hijo hoy: esta mañana tomamos todas las peticiones; hubo docenas y docenas de peticiones esta mañana. Cada una debe ser respondida; ninguna debe ser desechada.
No digas que alguna es imposible, porque nada es imposible para tu imaginación, y tu imaginación es Cristo Jesús. Con Él, todas las cosas son posibles.
Úsalo, agítalo, despiértalo de su sueño. Ha estado durmiendo a lo largo de los siglos, y porque ha dormido, ha soñado la existencia de todos estos extraños estados deformados.
El mundo solo da testimonio del uso o del mal uso de la imaginación.
Como se nos dice, Él es la única cosa en el mundo. ¿Y cuál es la única cosa en el mundo? Tu imaginación.
Porque es la morada de toda cosa creada, y por ella todas las cosas son hechas, y sin ella nada de lo que ha sido hecho fue hecho. [Juan 1:3]
Así que úsala sabiamente, úsala con amor y cada vez que uses tu imaginación amorosamente en favor de otro, en ese instante estás mediando literalmente a Dios ante el hombre.
La imaginación es el poder redentor del mundo, y en verdad estás mediando a Dios ante el hombre cuando la usas de una manera amorosa y maravillosa.
✧ Fuente: Cool Wisdom Books
© Traducción al español por Indira G. Andrade · La Mente Creadora. Todos los derechos reservados.
🔸 Nota editorial:
La referencia a Baruch Spinoza corresponde al artículo “Religion: Anathema”, publicado en la revista Time Magazine el 9 de agosto de 1954, donde se relata cómo David Ben-Gurión pidió a los rabinos de Israel revocar la excomunión de Spinoza y estos se negaron, afirmando que “la maldición permanecería para siempre”.
Este dato permite situar la conferencia de Neville Goddard “Las Tijeras de Podar de la Revisión” hacia agosto-octubre de 1954.
📖 Leer el artículo original en Time Magazine
En La Mente Creadora encontrarás la obra completa de Neville Goddard en español, organizada paso a paso en orden cronológico.
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