Piedra, Agua o Vino
Neville Goddard – Charla Radial, Estación KECA, Los Ángeles (Julio, 1951)
Ha sido para mí un privilegio y un placer dirigirme, en los últimos años, a las audiencias dominicales del Dr. Frederick Bailes. Hoy extiendo ese privilegio al hablarte a ti, su audiencia invisible de la radio. Esta será una serie de charlas muy prácticas, pues mis temas serán tomados en gran parte de la Biblia, el más espiritual de todos los libros. Y estoy firmemente convencido de que todo lo que es profundamente espiritual es, en realidad, lo más directamente práctico.
Todos los errores cometidos en la interpretación bíblica provienen de tomar afirmaciones cuyo propósito es espiritual y místico, y de aplicar esos principios o estados a personas, lugares o tiempos, en vez de reconocer su verdadero sentido.
En un sentido, ni una sola palabra de la Escritura es verdadera al pie de la letra. Y, sin embargo, digo que cada palabra es verdadera; pero las Escrituras son verdaderas solo tal como las quiso Aquel que las habló; son verdaderas como Dios las dispuso, no como el hombre pretende que sean.
Solo una interpretación espiritual y simbólica revela la verdad, mientras que la aceptación literal nada aporta. La Biblia contiene elementos históricos, pero estos siempre se utilizan como lenguaje ilustrativo para expresar grandes ideas.
El relato del Evangelio debe estudiarse para que podamos conocer. No transmite conocimiento de manera inmediata. El llegar a conocer es un proceso gradual… una experiencia interior progresiva. Dios se revela a Sí mismo en nosotros conforme somos capaces de recibirlo.
Los significados profundos siempre han sido reconocidos de manera parcial por unos pocos, como puede comprobarse al consultar los escritos de los videntes de todas las eras pasadas.
Al darle a la Biblia su verdadero sentido, es necesario recordar que, como Escrituras místicas, trata primordialmente, no de cosas materiales ni de personas, sino de significados espirituales. La Biblia no se dirige al sentido externo ni a la razón, sino al alma. Su propósito no es dar un relato histórico de la vida física, sino mostrar las posibilidades espirituales de la humanidad en general, porque la religión, en su naturaleza, no es histórica ni depende de acontecimientos sensibles y concretos, sino que consiste en procesos como la Fe y la Redención.
Estos, al ser interiores a todo hombre, subsisten independientemente de lo que cualquier persona haya hecho en cualquier momento. El valor perenne de la Biblia es su valor simbólico.
Existen grandes controversias acerca de lo que es o no histórico en la Biblia, pero recordemos que, aun si pudiéramos resolver mañana todas las cuestiones históricas, eso no nos daría religión, ni otorgaría a la Biblia un valor duradero.
Todo depende de que descubramos el valor simbólico de los hechos. Un hecho del pasado histórico no contiene nada para la religión actual, a menos que se manifieste como símbolo de una Realidad que lo trasciende.
La Biblia es una revelación de la Verdad expresada en simbolismo divino. Desde el punto de vista literal, la redacción puede parecer en ocasiones confusa; es el simbolismo, únicamente, lo que es precioso y digno de nuestros mayores esfuerzos por esclarecerlo. Toda la Escritura fue escrita desde el misterio interior, y no con un sentido místico puesto en ella desde fuera.
Las historias ocultan un significado subyacente, y la tarea de la interpretación de las Escrituras es descubrir esas verdades psicológicas que se expresan en este simbolismo.
Aquí no nos ocupa el sentido superficial de la Escritura, sea este razonable o absurdo, pues en ningún caso constituye la verdad interior que buscamos. A lo largo de los siglos hemos confundido erróneamente la personificación con personas, la alegoría con historia, el vehículo que transmitía la enseñanza con la enseñanza misma, y el tosco sentido primero con el sentido último que se pretendía. En la mayoría de las cosas pequeñas de la vida, esta confusión tiene consecuencias triviales. Pero el error que surge cuando se lleva esa confusión a cuestiones de mayor importancia, como la religión, adquiere proporciones gigantescas.
Durante siglos, los hombres han buscado con afán fragmentos de evidencia que pudieran relacionarse con los acontecimientos descritos en la Biblia. Y aunque la mayoría cree que sus personajes vivieron, nunca se ha hallado prueba alguna de sus vidas en la tierra, y puede que nunca se encuentre.
Esto no tiene importancia, pues los antiguos maestros no estaban escribiendo historia, sino una lección ilustrada alegórica de ciertos principios básicos, que revestieron con el ropaje de la historia.
La forma de los diversos relatos bíblicos es tan distinta de su sustancia como lo es la cáscara de un grano de trigo respecto al germen vital que guarda dentro. Así como los órganos asimiladores del cuerpo distinguen entre el alimento que puede incorporarse al sistema físico y el que debe ser desechado, de igual modo las facultades intuitivas despiertas descubren, bajo la alegoría y la parábola, el germen vital psicológico, y al nutrirse de él, desechan la ficción que lo transmitía.
La Biblia es el libro de mayor venta en este país. Probablemente sea el menos leído y, con certeza, el menos comprendido. A lo largo de toda la Biblia se emplean los símbolos de piedra, agua y vino. Las piedras de la Biblia son sus verdades literales. Se nos dice que los Diez Mandamientos fueron escritos en piedra. El agua de la Biblia es el significado psicológico oculto en esas verdades literales de piedra; es decir, el conocimiento interior que puede hacer que esas historias sean una realidad viva en tu vida.
El vino debes hacerlo tú mismo mediante el uso sabio de esta agua viva o verdad psicológica. Esto es una necesidad absoluta para el hombre verdaderamente religioso.
Esto es lo que Sir Walter Scott quiso decir cuando afirmó:
“La mayor educación del hombre es aquella que él mismo se da.”
El domingo por la mañana hablaré sobre: “¿Eres piedra, agua o vino?”. Estaré tomando el servicio del Dr. Bailes a las 10:30 en el Fox Wilshire Theater, en Wilshire Boulevard, cerca de La Cienega. Cuando escuches este mensaje, podrás preguntarte: “¿Soy piedra, agua o vino?”. Podrás juzgar si tu comprensión de la Biblia es meramente literal, psicológica o verdaderamente espiritual y, por lo tanto, profundamente práctica.
La Biblia, de principio a fin, trata sobre trascender la violencia que caracteriza el nivel actual de ser de la humanidad. Afirma la posibilidad del desarrollo de otro nivel de ser que supere la violencia.
El punto de vista adoptado es que la meta del hombre es este desarrollo interior, que constituye la única psicología verdadera.
Quitarle a la Biblia su idea central del renacimiento, que significa una evolución interior e implica la existencia de un nivel superior, es no entender nada de su verdadero significado.
La Palabra de Dios, es decir, la enseñanza psicológica en la Biblia, tiene por fin hacer que el hombre sea distinto: primero en el pensamiento y luego en el ser, para que se convierta en un hombre nuevo o nazca de nuevo.
Siempre que una actitud completamente nueva entra en la vida de una persona, en cierto grado ha ocurrido un renacimiento psicológico. El hombre quiere ser mejor, no diferente.
Pero la Biblia no habla de ser mejor, sino de otro hombre: un hombre renacido.
“El que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios…
El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios.
No te maravilles de que te dije: «Os es necesario nacer de nuevo».” [Juan 3:3, 5, 7]
Los Diez Mandamientos fueron escritos en tablas de piedra para aquellos incapaces de percibir un significado más profundo. La piedra representa la forma más externa y literal de la verdad espiritual, y el agua se refiere a otro modo de comprender esa misma verdad. El vino, o espíritu, es la forma más elevada de entenderla. “Así como son los hombres, tal les parecerá Dios”, escribió John Smith, el platónico de Cambridge.
“El Dios del moralista es ante todo un gran juez y maestro de escuela; el Dios de la Ciencia es una Ley Vital impersonal e inflexible; el Dios del salvaje es el tipo de jefe que él mismo sería si tuviera la oportunidad.”
La conducta de ningún hombre será más alta que su concepción de Dios, y su concepción de Dios está determinada por el tipo de hombre que él mismo es.
“Así como son los hombres, tal les parecerá Dios”,
Y lo que es cierto respecto al concepto del hombre acerca de Dios, lo es igualmente respecto a su concepto de la Palabra de Dios, la Biblia. Ella será para él lo que él es para sí mismo.
“Dios es Dios desde la creación, y solo la Verdad es la salvación del hombre. Pero el Dios que ahora adoras pronto dejará de ser tu Dios, porque el alma, en su despliegue, remodelando siempre sus pensamientos, aprende con mayor verdad, en su progreso, a amar y a adorar.”
En La Mente Creadora encontrarás la obra completa de Neville Goddard en español, organizada paso a paso en orden cronológico.
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